Querida Laia:
Ya es hora de hacer un paréntesis entre tanto pitón, tanto capote y tanto festejo, lo voy a hacer para dedicarte unas palabras, pero sin desligarme del todo de este mundo que tanto me gusta.
En el momento en que la ginecóloga de guardia nos confirmó que mamá había roto aguas y que tu llegada al mundo era relativamente inminente, me hice a la idea de que no tendríamos ni un momento de descanso, por lo que no busqué método de distracción y dediqué toda mi atención al cuidado de mamá y a avisar a los abuelos para que tuviesen el máximo de tiempo posible para su organización, sobre todo los que tenemos por desgracia a casi setecientos kilómetros de distancia. Pero claro, tu empezaste a mostrar tu carácter desde antes de que el corte del cordón umbilical te convirtiese en autónoma y te hiciste de rogar, pasaron las primeras veinticuatro horas, los abuelos llegaron a tiempo para tu nacimiento y como mamá no mostraba ni una sola contracción las horas pasaban despacio así que me ausenté de la habitación hasta una tienda cercana y compré un libro que acababa de ser presentado a los medios de comunicación, de esa forma mataría el tiempo y la agonía sería más llevadera.
¿De qué iba a ser el libro? ¡¡de toros, claro!!. Era la biografía de un torero grande, Jose Miguel Arroyo Joselito. Es evidente, cuando uno tiene entre las manos un libro de una temática que resulta agradable cada página se hace más breve y de hecho, tal era la adicción que me creó el libro que aproveché que mamá se durmió cuando le pincharon la epidural para terminarlo y empaparme para siempre dos asuntos, la problemática vida de Joselito desde que era niño y lo que es la Escuela de Tauromaquia de Madrid por dentro, aunque actualmente no tenga nada que ver con la de aquellos años setenta.
Es en este punto donde me propongo relacionar la fotografía del post de hoy, la historia de Joselito y tu educación.
Desde que D. Victoriano del Río me dio la gran oportunidad de conocer su ganadería desde dentro y asistir a tantos tentaderos, pude descubrir muchos aspectos que desconocía, por poner un ejemplo, la figura del "tapia" que no es otra cosa que novilleros e incluso becerristas que están empezando en el mundo del toreo y asisten a las tientas invitados por el ganadero o por el torero titular para dar alguna tanda a la becerra sólo cuando le sea ofrecido, es más, puede que se de el caso de que aunque abrace son sus manos sudorosas por el nerviosismo los trastos de torear, deseoso de salir, se vuelva a casa de la misma forma que ha venido sin ni siquiera montar la muleta, sea por la circunstancia que sea.
Pues hoy Laia he tenido la oportunidad de aprender más aun, de enriquecerme como persona. Esta tarde, de manera extraordinaria, no había sólo un protagonista en el tentadero, sino que eran once, once chavales pertenecientes a la Escuela de Tauromaquia de Madrid "Marcial Lalanda". Digamos que al "mando" de ese pelotón de chavales venía un hombre con gafas de sol oscuras, una gorra muy torera marrón y una camisa no menos campera de cuadros, todo un "General" del toreo, D. José Luis Bote, Matador de Toros y actual profesor de la mencionada Escuela.
Ha sido impresionante, desde el mismo momento de la llegada, todos los chicos en hilera, pasando por el salón de la plaza de tientas, estrechando la mano a los que allí nos encontrábamos, pero nada de acariciar la mano, no no, estrechando la mano, apretando como debe de darse la mano, mirando fijamente a los ojos, un tajante "buenas tardes" seguido de "¡un placer!". "Buenas tardes ganadero", "Buenas tardes chavales, pasad y cambiaros a esa habitación" y todos a la vez "¡muchas gracias!".
Educación, nobleza, seriedad, respeto, son valores muy difíciles de inculcar a una niña de catorce meses como tu, pero es indiscutible algo Laia, que si cuando tu quieres coger el cubo de la basura yo te dejase o si permitiese que abrieses todas las puertas y cajones que te apetezca en lugar de llamarte la atención para hacerte distinguir entre el bien y el mal, me costaría mucho imponerme cuando tuvieses doce, trece o catorce años. Puedo prometerte que me he acordado mucho de ti cuando he visto a estos chicos, me ha encantado escuchar esas voces aun inmaduras lanzar al viento una frase tan adulta como "Con su permiso ganadero", o cuando tras torear la becerra se giraban, miraban a Don Victoriano y tras inclinar la cabeza exclamaban "¡Gracias ganadero, enhorabuena!"; mientras, Don José Luis Bote con su libreta en la mano intentaba ser equitativo a la hora de dar la oportunidad a los once actuantes, éste mencionaba en voz alta los errores para su mejora en la siguiente tanda y los chicos, sin duda alguna hacían uso de una respuesta automática ¡Si maestro!.
A estas horas Laia, estoy seguro de que esos once chavales, se sueñan vestidos de luces, con un vestido blanco y oro del mejor sastre de toreros, se verán haciendo el paseillo en Las Ventas, soñarán la salida a hombros por la Puerta Grande de Madrid, tan difícil de conseguir, pero ya han conseguido una cátedra: la de la educación, la del respeto, la de la humildad, ¿tú crees que también en un futuro mamá y yo podremos hacer que consigas en la faena de la vida diaria cortar las dos orejas y el rabo?, nos dejaremos la piel en ello, que nadie lo dude. Buenas noches pequeña, te quiero mucho.
Buenas noches a tod@s.
Eso, ya tocaba que dejaras un clareo entre toro y toro y nos soltaras una de estas.
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