viernes, 28 de diciembre de 2012

¡Ojo que es 28!




   Quien conoce me conoce tan sólo un poco, sabe que me encanta vivir la vida con alegría, con buen humor, que me vuelve loco gastar bromas y que soy de las personas que saben también recibirlas, porque hay muchísimos graciosillos unidireccionales, de esos que les encanta reírse de los demás pero por el contrario se enfadan cuando les salpica a ellos el asunto.
 
   Por estas fechas hace dos años, hice una de las mejores bromas que he hecho nunca. Las víctimas fueron mi cuñada S y su marido, L. Ellos viven en Galicia en una formidable casa de piedra, con una inmensa parcela con césped muy cuidado, con un orrio típico, un pequeño estanque con peces de colores y una cocina en planta baja con chimenea, baño y garaje para dos coches. En definitiva, una casa que posee un valor por encima de los 300.000€. Pues bien, aprovechando que ya nos volvíamos para Madrid Marta y yo, tras pasar allí unos cuantos días, compré en una tienda de orientales un gran cartel de esos naranjas fluorescentes que sirven para anunciar propiedades en venta.
 
   Con el fin de que el anuncio recibiese muchas llamadas, con letras grandes y claras puse como precio de venta del "casutón" 30.000€. El teléfono que figuraba era el de mi cuñada y el cartel lo até en una de las columnas de piedra que cerca el perímetro de la casa. Para que mis cuñados no lo vieran al salir a despedirnos aproveché unas arizónicas para enmascararlo.
 
   Los padres de mi cuñado L, o lo que es igual, los suegros de mi cuñada S viven justo en la finca de al lado, y regentan un bar. Alguno de los clientes pasó por delante del novedoso cartel y ante la duda, decidió consultar el motivo de la venta a la madre de mi cuñado. Claro, la mujer corrió a casa de L y S y le preguntó si estaba loco o si es que había algún aspecto que ella desconocía.
 
   Fue entonces cuando mis cuñados miraron el calendario. Automáticamente marcaron mi número de teléfono móvil para repasar a mi familia, eso si, con muy buen humor. No llegué a recorrer ni 90 kilómetros desde que puse el cartel hasta la mencionada llamada...
 
   Hoy la cosa ha sido mucho más light. Tan sólo he hecho a mi hermano que fuese a comprobar si era cierto que dos furgonetas llenas de personas desconocidas nos estaban robando la aceituna de nuestro olivar. Pero también han vuelto a caer mis cuñados S y L, les he hecho darle vueltas al coco ante un supuesto premio de 360€ en unos de los décimos que llevábamos para el sorteo de Navidad.
 
   Una absurdez si lo comparamos con la cantidad de mentiras que nos hemos soltado por whatsapp en el grupo de amigos de la banda de música de Munera: falsos ingresos en residencias geriátricas de ciudadanos ancianos del pueblo, falsos romances escondidos, en fin...
 
   Es maravilloso encontrar entre col y col una lechuga, y más en estos tiempos ¿o no?. Buen fin de semana para todo el mundo.
 
   Buenas noches a tod@s. 

jueves, 27 de diciembre de 2012

La persecución de un sueño

 
 
   No miento en absoluto si reconozco que no es mi estilo de cine favorito, pero lo que si es cierto es que la película UP es un largometraje que inculca cuatro valores esenciales bajo mi parecer: el amor a tu pareja, el ánimo a lograr los sueños hasta el último momento de nuestras vidas, el tan necesario respeto a los mayores y el esfuerzo por hacer todo lo posible para mantener la ilusión de un niño.
 
   Como digo las películas infantiles no han sido nunca mi fuerte, pero títulos como Up o Toy Story me han engatusado desde el minuto uno. Hoy ha sido la segunda ocasión que he visto Up y de la misma forma que cuando la vi por primera vez, varias han sido las ocasiones en las que un suspiro ha salido de lo más hondo de mi pecho; en definitiva, una verdadera maravilla.
 
   Pues bien, mi intención es lograr todos mis sueños en la medida de mis posibilidades, antes de que mi pelo se vuelva de un color plateado y si sigo las premisas de José Martí, al menos una me queda pendiente. Para quien lo desconozca, el insigne cubano mencionado anteriormente era el que afirmaba que "hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro".
 
   Como ya he contado en otras ocasiones, cuando tan sólo era un niño y casi recién estrenado el parque Antonio Machado, ubicado aun hoy en dia justo enfrente de casa de mis padres, mi padre me invitó a sembrar una bellota, con el ánimo de que cuando creciese fuésemos cómplices del logro de haber conseguido una preciosa encina. Eso significaría que pasaría el tiempo y el niño se transformaría en hombre a la vez que el brote se haría copa inmensa para dar sombra a aquellos bancos donde los ancianos del barrio se sentaban y más de una vez nos rajaron algún que otro balón por soltarles un pelotazo accidental.
 
   De sobra es conocida mi reciente paternidad, mi amor por mi hija y el crecimiento moral que ha supuesto en mi el haber conseguido dar vida a esa castañita clara que cada dia consigue un pedacito más de mi corazón.
 
   Conseguidos los dos primeros aspectos que José Martí destacaba me falta el tercero, escribir un libro.
 
   Soy consciente de mis limitaciones, se perfectamente que no soy Calderón de la Barca, pero si hay algo de lo que me atrevería a opinar largo y tendido sería del mundo taurino, esa afición que perdura en mi desde que tengo uso de razón.
 
   Mañana he fijado como fecha para el nacimiento de un libro que deberé haber finalizado por estas fechas del próximo año 2013. Será un libro en el que contaré anécdotas, daré mi opinión de la tauromaquia, de mundo del toro en el más amplio sentido de la palabra, relataré mi experiencia como banderillero y cómo actualmente con la fotografía taurina mato el gusanillo que llevo y llevaré siempre en mis glóbulos rojos. Del mismo modo incluiré mis mejores fotos y otras, que aunque yo no sea el autor, considero importante incluir.
 
   De momento es lo que puedo contar, si Dios quiere, por estas fechas dentro de un año, mi propósito será una realidad al alcance de todo aquel que quiera saber un poco más de mi.
 
   Acabo mi post de hoy afirmando que todo aquel o aquella que no haya visto la película de Up debe verla, no se arrepentirá.
 
   Buenas noches a tod@s.
  

miércoles, 26 de diciembre de 2012

¿La Navidad?, bien gracias



   No puedo iniciar mi post de hoy sin antes desear a todo aquel o aquella que me lea unas muy Felices Fiestas y me adelanto para desearos lo mejor de lo mejor para el año venidero, el 2013.

   Debe de estar todo el mundo de acuerdo conmigo en una afirmación: la Navidad es maravillosa para el que tiene toda su familia al completo (sin ausencias) y el mínimo de problemas añadidos.

   Me explico; es inevitable en mi trabajo, donde somos más de 150 hombres y mujeres, que al cruzarte con uno o con otro en estas fechas alguien te pregunte por las fiestas navideñas. Lo cierto es que tanto este año como el pasado o el anterior, mi respuesta ha sido la misma. me he limitado a encoger los hombros, hacer un gesto con la boca de indiferencia y contestar un "bien gracias ¿y tú?".

   A mi desde muy pequeño me encantaban las Navidades. Se encendían las luces a su debido tiempo, mi familia estaba al completo, hemos cantado y reído mucho, siempre ha sobrado la comida (gracias a Dios), en definitiva, eran unas fiestas en las que sobraba de todo, incluso regalos al llegar la noche de reyes. Pero todo cambia cuando alguno de los componentes de la familia se ausenta de este mundo para siempre. Entonces la cosa cambia, la alegría se vuelve nostalgia, los villancicos se tornan suspiros de añoranza, y lo que antes era un sentimiento de paz y felicidad al llegar estos dias, ahora es un deseo generalizado porque los días pasen y nos plantemos en el 15 de enero.

   Siempre se ha dicho, que cuando hay niños en las casas se recupera la ilusión, pero claro, Laia de momento es una criatura que a penas empieza a distinguir formas u objetos, ella no es capaz aún de abrir un regalo, por lo tanto, mucho menos es capaz de ojear el catálogo de juguetes para elegir los que le pedirá a los Reyes de Oriente. Quizás el año próximo sea más ilusionante ir a la cabalgata para recoger caramelos y saludar con su manita a los Reyes y pajes.

   De momento, para soltar alguna carcajada, hoy me ha enseñado un compañero una tienda especializada en la venta de petardos, cohetes y fuegos artificiales, tan de moda en la actualidad para cuando llegan las Navidades, así que, para nuestro próximo viaje a Galicia, pienso comprar una batería modelo Toronto. Es una especie de caja que porta unos 50 cohetes aproximadamente, tiene una mecha la cual hay que prender y alejarse; con esto, puedes disponer de un espectáculo privado de pirotecnia en el cielo de aproximadamente un par de minutos. De esa manera al menos, conseguiré tener entretenidos a los sobrinos galleguiños y me contagiaré de sus risas nerviosas o su deseo de jugar juntos.

   Si algo está claro es que no hay nada más bonito que la niñez. Tampoco es que los tiempos que corren sirvan para fomentar el jolgorio y eso que uno tiene un sentido del humor privilegiado...

   Tendré que esperar a que Laia me bombardee con peticiones del Toysrus para recuperar la ilusión navideña.

   Buenas noches a tod@s.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Lo que veían tus ojos a diario


 
   Lo que muestra la foto que encabeza el post de hoy era la imagen que atravesaba las pupilas de mi abuelo Paco todas las mañanas de su última etapa profesional.
 
   No hace mucho, en otro relato, describía cómo cuando yo era tan sólo un niño de tres o cuatro años, acompañaba a mi padre a hacer alguna visita a mi abuelo los sábados que le tocaba trabajar. Aquellas secuencias, los aromas a tinta, los sonidos de las máquinas de impresión detenidas, eran un recuerdo muy lejano en mi cerebro, que en la mañana de hoy han vuelto a despertar.
 
   Se me ocurrió la idea de seleccionar mis mejores doce fotos de la pasada temporada taurina para hacer un calendario del próximo año 2013. No había entrado en la Imprenta donde se jubiló mi abuelo desde hacía años, quizás 25 o más aún y hoy lo hice para encargar los calendarios; por cierto, quedaron preciosos y me quedan muy pocas unidades, por si alguien libremente quiere alguno.
 
   No se describir lo que se me pasó por la cabeza al seguir al jefe de taller y atravesar esa puerta alta, verde. Por supuesto mi vista se dirigió al instante al fondo de la nave, donde recordaba que mi abuelo poseía su "despacho" por llamarlo de alguna forma. No llegué a atravesar la nave, sino que giramos hacia la derecha para entrar en un pequeño habitáculo acristalado, el puesto del mencionado jefe de taller. La decoración era escueta, una mesa muy bonita de madera con un ordenador, un pequeño estante y dos sillones grises que ya habían dado el precio...
 
   El compañero que me atendió, tras darme el presupuesto de mis calendarios taurinos, se interesó por saber quién era mi padre y mi abuelo, porque alguien le había soplado que yo era conocido. No era posible que este señor conociese a mi abuelo, ya que llevaba en el puesto hace tan sólo siete años y mi abuelo se jubiló hace algunos más, pero al explicarle que mi abuelo Paco prestaba sus servicios como corrector de textos, el compañero que me atendía centró mi atención sobre la antigua mesa de madera. Aquella mesa de madera tallada era sobre la que habían descansado horas y horas las estilizadas manos de mi abuelo, sus dedos alargados, donde mi abuelo había descrito su hermosa caligrafía en multitud de ocasiones.
 
   Por supuesto, mis ojos ya no pudieron dejar de mirar la mesa, tan sólo me limité a aceptar el presupuesto y a levantarme presto, porque me invadió una sensación que nunca había experimentado. No me sentía mareado, ni tenía nauseas, pero si que es cierto que no me encontraba del mismo estado anímico que había entrado en aquella estancia. A (inicial del Jefe de taller), me invitó a seguirle para presentarme al compañero más antiguo de los que trabajan actualmente en la Imprenta Escuela de la Guardia Civil.
 
   Entonces si, atravesamos en diagonal la nave, yo miraba despacio a derechas e izquierdas, viendo aquellas máquinas, las planchas que recordaba haber observado de pequeño, y al atravesar un corto umbral, iluminado de la misma forma en que lo recordaba, persiste aquel mínimo espacio, el "despacho" de mi abuelo, el escenario en el que tantos achuchones me dio, donde me subió en sus piernas, donde colgaba su bata azul al finalizar su jornada, donde permanecía siempre encendido aquel viejo flexo, en ese momento, me crea quien me crea, sentí un aliento. Juro que nunca me había pasado, de repente, tanto me impactó que no pude evitar las lágrimas. A me intentó calmar justo en el momento en el que llegó P (el compañero más antiguo), con un cigarro ducados en su mano derecha. Encima de todos los recuerdos que me apedreaban en ese instante sentí el aroma del tabaco que fumaba mi abuelo, todo era tan real...
 
   P me preguntó quién era mi abuelo, al responder no dudó en afirmar mi parecido físico con mi padre y con mi abuelo. Me contó un par de anécdotas y repasó los diferentes puestos por los que pasó aquel hombre responsable, buen compañero y noble. Eso sí, su semblante cambió radicalmente cuando conoció de mi boca el fallecimiento de mi abuelo.


 
 
 
    En definitiva, sentí esta mañana a mi abuelo, creo en el más allá, creo en que las personas como él no pueden desaparecer de este mundo terrenal para siempre. No dudo en la afirmación de que nos acompaña y sin duda, hoy, pasados unos años ya de su marcha definitiva, he vuelto a sentirle, he cargado las pilas para mucho tiempo, se ha recargado mi luz.
 
    Deseo que nadie me tome por loco, simplemente es la libertad de tomar una u otra senda, creencia o esceptiscismo, para gustos los colores.
 
 
   Buen fin de semana, buenas noches a tod@s.
  

jueves, 20 de diciembre de 2012

La tecnología no está reñida con la edad




   Justo antes de salir de la Academia de Baeza, por contratar el seguro médico con una determinada compañía me regalaban mi primer teléfono móvil, un ladrillo verde de la marca Alcatel.
 
   Pues bien, más o menos por la misma fecha, mi abuelo Paco adquiría su primer terminal, un nokia.
 
   Lo cierto es que a mi abuelo siempre le gustó mucho la tecnología, las televisiones, los reproductores de música, los videos, en definitiva, todo lo relacionado con fusibles, cableados o enchufes, de hecho yo creo que de ahí le viene a mi hermano Manolo la afición por destripar los secadores o las radios, ya sea para resucitarlos o para enviarlos al punto limpio.
 
   Ya se sabe la tontería que nos entra a las personas jóvenes esencialmente con la telefonía móvil, a penas tenemos un terminal nuevo en nuestras manos y cuando al día siguiente sale un nuevo modelo, ya estamos dando vueltas al coco para ver de que manera podemos conseguirlo. Para muestra un botón, Iphone 3, Iphone 4, Iphone 5, continuará...
 
   Algo parecido era lo que le ocurría a mi abuelo; cuando yo cambiaba de teléfono móvil, procuraba que no me lo viera, porque el jodio parecía que no se enteraba de nada, pero nada más lejos de la realidad. Una vez recuerdo que cambié un nokia creo que el modelo 3310 por un motorola plateado muy pequeñito, pues estando en casa de mis abuelos haciéndoles una visita, sentados los tres alrededor de la mesa camilla de la sala de estar recibí una llamada, contesté y charlé durante unos minutos, pero justo a la hora de colgar, antes de que metiese de nuevo el teléfono en mi bolsillo mi abuelo se apresuró a preguntarme si ese era el teléfono que había tenido siempre. Al responderle que no, me puso la misma carita que pone un niño cuando sabe que se le avecina una buena bronca o un par de azotes después de hacer alguna trastada. Tras el pucherete me preguntó en voz muy bajita qué había hecho con el teléfono que tenía antes, al contestarle que nada y afirmarle que si estaba interesado se lo regalaría, vi como se le iluminaban los ojos a través de los cristales de sus gafas rectangulares.
 
   Era como un niño. Pero lo que si es cierto es que de la misma manera que era caprichoso en ocasiones, adquiriendo cosas que luego no usaba para nada, cuidaba todo con exquisitez. En el mueble de pladur del la sala de estar se tiró mucho tiempo un video vhs cubierto cuidadosamente con un plástico, también había un reproductor de cd y multitud de cintas de vhs, perfectamente etiquetadas con la maravillosa caligrafía que le caracterizaba.
 
   En un programa de la cadena Cuatro he visto a un señor de Córdoba, con su acento, con su educación, con sus zapatos relucientes. Cuando ha sacado su teléfono móvil del bolsillo de su tres cuartos de piel ha sido inevitable que me viniese a la mente aquella sonrisa alegre similar a la de un crío, sus gafas y su imagen ante el pequeño televisor de plasma de la habitación, donde contemplaba todas las sobremesas las películas del oeste. Nostalgia.
 
   Buenas noches a tod@s.
 
 

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un ejercicio de memoria




   Con la excusa de que se acercan las Navidades y de que tenía que desalojar un poco el congelador, hoy preparó mi madre la comida en su casa, así también la hacíamos compañía ya que mi padre tenía comida en el trabajo.

   Después de comer, decidí bajar a una cafetería que siempre ha existido en mi barrio y donde me gusta acudir a menudo, entre otras cosas por el excelente café que sirven. Me tomé mi café cortado y al girar la mirada a la izquierda observé el periódico El Mundo en la esquina de la barra, con lo que decidí echarle una ojeada.

   Cuando apenas iba por la quinta o sexta página (leyendo un interesante artículo sobre los accidentes mortales de circulación en las vías secundarias de Galicia), el camarero, conocido y amigo, me puso enfrente un gin tónic muy colorido; parecía más una ensalada mixta, pero la verdad es que tenía un trago muy apetecible. Tres rodajas de pomelo y dos de kiwi adornaban la elegante copa y una pajita negra me servía para dar diminutos tragos mientras pasaba una y otra hoja del diario.

   Al llegar a la última página volví a cerrar el periódico y lo repuse a su sitio, me giré y aprovechando las grandes vidrieras del local repasé palmo a palmo los muros de aquella calle, de mi barrio, del lugar que me vio crecer.

   A la derecha un más que considerable local, con las paredes pintadas de color verde, se trata de un taller que hace varios años cerró sus puertas y a día de hoy sigue esperando inquilino a pesar de tener colocado el cartel de Se Alquila. Justo enfrente del taller, un locutorio que en mis años de niñez era una tienda de comestibles donde se vendían las barras de pan más largas que yo he visto nunca. Permanece la bodega de Moisés, taberna mítica, donde siempre se han vendido los cigarrillos sueltos, las bombonas de butano y donde casi a todas horas del día, podía verse una nube de humo salir por la puerta entreabierta hacia la calle,  se trataba de humo de farias que colgaban de la boca de algún hombre con barba de tres o cuatro días y mono de trabajo que hablaba a voces de fútbol o de toros.

   Del mismo modo, permanece el pequeño almacén de materiales de construcción, el parque, la farmacia, la tienda de chucherías pegada a mi portal, la cual, hoy regentan ciudadanos orientales. Recuerdo la casa de una sola planta que existía donde hoy hay un bloque de pisos y una sucursal de Caja Madrid. Siempre que pasaba por la alambrada de aquella casa, un caniche blanco se hartaba de ladrarme. 

   La pequeña parada de autobús ubicada frente a mi balcón, hoy es un intercambiador de tres calles, por el que pasan todos los autobuses con dirección a la capital. Una gran nave, con dos puertas de varios metros, donde no paraban de entrar y salir los autocares de la empresa Montes, hoy tiene las puertas cerradas a cal y canto, como si se tratase de una prisión o algo similar. Anexo a la mencionada nave, un pequeño almacén de fontanería que regentaba una mujer morena, con gafas; también permanece cerrado, pero en este caso desde hace décadas, no años y en su interior puede verse un desorden inmenso.

   El parque donde tanto he jugado, donde me rompieron la punta del paleto izquierdo de mi dentadura de manera accidental jugando al bate, fue totalmente levantado para construir un gran parking subterráneo, por lo que modificó sustancialmente su imagen primitiva. Quizás queden en algún lugar los restos de la bellota que un día sembré con mi padre en un jardinillo con la ilusión de comerme algún día el bocadillo de la merienda a la sombra de mi inmensa encina...

   En definitiva, el gin tónic me duró mucho tiempo, demasiado, tanto que sólo pude pensar con nostalgia en lo mucho que ha cambiado mi barrio, mi hábitat primitivo; no pude evitarlo, también observé mucho el paso de cebra por el que tantas y tantas veces vi pasar a mis abuelos Paco y Alejandrina, él cargando con las bolsas de la compra y ella charlando con todo el que se cruzaba en su camino...

   Os invito a hacer vosotros ese mismo ejercicio mañana, acordaos de mi, de este post, cerrar los ojos por un momento, recordar vuestra imagen con 6 u 8 años saliendo de vuestro portal, viendo vuestro barrio; abrir los ojos y comparad, ya me contareis. Estaremos de acuerdo en que volveríais para atrás ¿o no?.

   Buenas noches a tod@s.

martes, 18 de diciembre de 2012

Una "mañica" de armas tomar



 
   Al menos mi experiencia personal me ha demostrado que en mi vida, ocupan un lugar único mis buenos amigos de la infancia.
 
   Uno de éstos es Luis M. Nos conocimos cuando tan sólo éramos unos adolescentes, pero nuestra amistad pronto comenzó a reforzarse con hormigón armado y pilares muy sólidos. Yo a mis 19 años ya estaba en la Academia de Baeza forjando mi futuro y Luis casi a la misma vez decidió escoger el suyo en la carrera militar, siendo destinado a una unidad especializada en helicópteros de combate y con sede en un pueblo de Madrid.
 
   En ese cuartel a las afueras de Madrid Luis conoció a la que hoy por hoy sigue siendo la mujer de su vida, una maña más bien nerviosa, con unos ojazos verdes y de nombre Laura.
 
   El destino quiso depararle a Laura una experiencia dramática; un fatídico día, de camino al acuartelamiento tuvo un tremendo accidente de tráfico que la obligó a permanecer en coma inducido durante mucho tiempo. Los médicos eran poco optimistas y a pesar de que yo intentaba dar a Luis el máximo de apoyo posible, éste me admitía tu desesperación ante lo que podía ser un final próximo e indeseado.
 
   La Virgen del Pilar tuvo que iluminar a Laura, porque cuando nadie lo esperaba, ella despertó del coma y comenzó su recuperación. Sacó las uñas para pelear fuertemente dia a dia, a pesar de que en un principio no recordaba absolutamente nada e incluso no reconocía ni a Luis ni a su propia familia. Pasó el tiempo, recuperó el ánimo, la memoria y aunque conservó alguna secuela, la fatídica curva del kilómetro 21 de la carretera M-607 quedó en el pretérito.
 
   La relación entre Luis y Laura continuó hacia delante. Pasaron los años y aunque es cierto que no nos hemos visto todo lo que hubiesemos deseado, hoy por hoy mantenemos el contacto y sabemos que cuando necesitemos el uno del otro, tan sólo tendremos que llevarnos el teléfono a la oreja, lo demás es pan comido.
 
   Luis hoy por hoy es Guardia Civil, sigue siendo el mismo hombre de espaldas anchas y corazón sensible, Laura está fuera del Ejército y sigue conservando sus preciosos ojos y su carácter.
 
   No hace mucho, vi el teléfono de Luis en la pantalla de mi móvil y nada más descolgar la llamada comencé a bromearle como de costumbre, pero la simpatía quedaría empañada tan sólo unos segundos después. Luis me llamaba para hacerme saber que Laura estaba enferma, padecía un cáncer maligno en un pecho...

   No podía ser, no podía concebir que tras haber superado el tremendo accidente la vida le hiciese pasar por otro bache tan horrible.
 
   Tan sólo pude dar ánimo a Luis y pedirle que me tuviese informado de todo aquello en lo que le pudiese ser de utilidad. Me limité a llamarle al menos una vez cada veinte dias para saber del estado de Laura, la cual fue operada y tratada afortunadamente con un éxito total.
 
   De nuevo la Virgen del Pilar pegó otro empujón a Laura cuando lo necesitó, cuando le flaqueaban las fuerzas, cuando la reacción del tremendo tratamiento la obligaba a desear la soledad y la oscuridad de su habitación. Algo tendrá Zaragoza y sus gentes, nunca he oído a nadie hablar mal de los maños, es más siempre han tenido fama de nobles y rudos.
 
   Laura, perfecta embajadora de su "majica" tierra superó el trance, se alzó por segunda vez con la copa de la vida y hoy hemos podido verla sonriente, con Laia en sus brazos, presume de su pelo teñido de un color rojizo y está ilusionada con su actual pertenencia al voluntariado de Protección Civil.
 
   Como a tantas y tantas mujeres que han pasado por ese trance o lo están haciendo en la actualidad, (dos casos muy cercanos en mi familia), deseo expresar mi admiración y mi respeto. Nada me gustaría más que hayas leído estas lineas Laura, al igual que deseo que lo haya hecho Luis, solamente para que sepáis un poco más lo que os quiero, y ya sabes lo que te he dicho, no se te ocurra volver a llamarme para darme un susto, llámame el día 22 para decirme que te ha tocado el gordo o algo parecido.
 
   Enhorabuena por tu esfuerzo y tu afán de superación, eres una auténtica campeona. Un abrazo enorme para los dos.
 
   Buenas noches a tod@s

lunes, 17 de diciembre de 2012

Feliz cumpleaños corazón




   Querida Laia:
 
   Cada dia que pasa me gusta más el número tres. Mamá es tan tierna, que el otro día, cuando montó el árbol de Navidad en casa, no quedaba satisfecha si en lugar de dos calcetines de Pascua a los pies del abeto no figuraba el tuyo también, así que me tocó hacer una visita a la tienda del oriental del barrio para conseguir el tuyo.
 
   Es realmente sorprendente ver como tu madre, con un simple conjunto de ropa interior y una caja de sus bombones favoritos, puede llegar a lucir la misma sonrisa que si recibiese las llaves de un apartamento en Torrevieja. Precisamente ella, que siempre le parece insuficiente todo para los demás, para sus sobrinos, para sus hermanos y padres, y como no, para ti pequeña.
 
   Era de recibo escribir unas lineas en una tarjeta de felicitación, pero sin duda el que tú, Laia, existas este año en su corazón, ha tenido que influir en que su aparente dureza se haya derrumbado, obligando la aparición en sus ojos castaños de un par de lagrimillas.
 
   Mi pequeña Laia, cuentas con muy pocos meses para saber que una madre es una madre y ella ocupa el lugar que nadie podrá arrebatar, ni siquiera yo, el bobo que intenta hacerte reir las 24 horas del día. De hecho, nunca intentaré equipararme a ella, porque como he escrito en la tarjeta que he firmado con tu nombre y el mio, a diario ofrece lecciones de nobleza, bondad, responsabilidad, sensatez, sacrificio...
 
   Estoy seguro de que mamá hoy habrá contemplado tu carita sonriente en más de una ocasión, rememorando su niñez en Galicia, sorprendiéndose por la fugacidad de la vida, pero no es menos cierto que habrá sentido algo muy pero que muy especial al ver entre tus diminutas manitas un regalo para ella.
 
   Hago público mi mensaje Marta. Es el día idóneo para expresar mi amor hacia ti; es inevitable que la rutina se apodere de nuestras vidas y que el esfuerzo por intentar moldear el nerviosismo de Laia haga desenbocar en discusiones pasajeras, pero nada cambia de mi concepto hacia ti, sencillamente eres admirable.
 
   Agradezco una vez más el haberte encontrado en mi camino en un momento tan decisivo y te transmito el cariño mutuo de Laia y mio hacia ti. Sus balbuceos son incoherentes, pero sabes como yo que sus movimientos de brazos, nerviosos al verte significan sus lazos de unión. Sin más, deseamos que hayas pasado un día fabuloso y que sigamos los tres juntos llenando nuestro pequeño hogar de felicidad y amor.
 
   Precioso el número tres, ¿será la terminación del gordo este año?...
 
   Buenas noches a tod@s.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Después de más de veinte años sin vernos



  
   Quizás la única ovación que me ha sido brindada a mi exclusivamente fue justo dos días antes de tomar la primera comunión, es decir, en el año 1991. La persona que propuso el mencionado aplauso no fue otra que Conchita, mi catequista.
 
   A unas semanas del gran día, tras un ensayo general de lo que sería la Eucaristía, en el mismo altar de la iglesia de San Pedro de Alcobendas, mi buen amigo Luis Miguel me dijo con un semblante serio y triste que no estaba decidido y que por tanto, no tomaría la Primera Comunión. A mi me pilló un poco de imprevisto y lo cierto es que aquella tarde de abril me fui a casa con una sensación muy rara, me inundaba una profunda tristeza, Luis Miguel iba a mi clase en el colegio Juan XXIII, de hecho desde párbulos habíamos ido a la misma clase; es cierto que no lo consideraba como mi mejor amigo, pero el compartir catequesis durante todos los sábados de dos años nos hizo estrechar un poco más nuestros lazos de amistad.
 
  Al día siguiente de aquel comunicado tan triste nos vimos en clase, tratamos el tema y tras unos minutos de conversación le recomendé que lo pensase bien, que lo hablase con su madre y que se decidiese pronto ya que tan sólo faltaban unos pocos días.
 
   Llegó el sábado siguiente, llegó otro ensayo general y antes de que iniciase le conté a Conchita lo que había pasado una semana atrás con Luis Miguel, que por cierto no había asistido al ensayo definitivo. Mi catequista también se puso muy triste y de hecho los dos dábamos por hecho que ya no lo veríamos aquel 1 de mayo tan esperado.
 
   Pero Dios decidió visitar a Luismi en uno de sus sueños y le recomendó que hiciese caso a mis consejos e hiciese la Primera Comunión, hecho que no olvidaría jamás. La sorpresa que nos llevamos Conchita y yo al ver a Luismi con su chaquetita blanca y su reluciente crucifijo de oro colgado al pecho fue tremenda. Mi corazón rebosaba alegría y de hecho es absolutamente evidente al observar las caras de alegría que lucen esos dos niños abrazados en la fotografía de grupo de aquel día.
 
   Tras la Eucaristía, Conchita desveló nuestro pequeño secreto (la indecisión de Luismi) a todos los compañeros y compañeras, para posteriormente solicitar un fuerte aplauso dedicado a mi, por haber medidado en su decisión final. Me fui imposible evitar la emoción.
 
   Hasta aquí la historia es bonita, pero en el día de hoy ha crecido aun más.
 
   Desde que acabamos la EGB, nuestros caminos se separaron y Luismi y yo no nos habíamos vuelto a ver. Pues bien, hoy una función algo atípica me llevó a realizar un servicio en la base aérea de Torrejón de Ardoz. Dicho servicio hizo que mi compañero y yo nos pusiéramos las manos perdidas de grasa así que decidimos acceder al Cuartel General de la UME para solicitar el uso de un baño para lavarnos. Cual fue mi sorpresa cuando al ir caminando hacia el baño una voz conocida me llamó por mi nombre, al darme la vuelta, me encontré a Luismi con su boina amarilla y su reluciente uniforme militar. Fijaos si es buena persona que después de más de veinte años sin verme, pretendía mantener las composturas y se cuadró militarmente ante mi; por supuesto, antes de eso le tiré de la mano hacia mí para posteriormente pegarle un abrazo de varios segundos de duración.
 
   Claro, lo diferentes mandos que pasaban por allí se han quedado mirando como las vacas al tren, pero estoy seguro que si accediesen al post de hoy, me entenderían a la perfección. Que sorpresas más bonitas esconde la vida ¿verdad?.
 
   Buenas noches a tod@s.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La elegancia del baile sobrio




   Si bien es cierto que cada día disfruto más de la fotografía que realizamos en el estudio durante las clases del curso que estoy realizando, hoy quizás haya sido la que más he degustado; una clase en la que los noventa minutos se me han esfumado como un mero puñado de segundos.

   Ver a la pareja de las fotos del post de hoy bailar me hacía apretar el disparador de mi cámara casi sin pensarlo, mis ojos se mecían a la vez que sus cuerpos hacíendome difícil el captar unas instantáneas que a la postre me han resultado excepcionales.

   A la vez que escuchaba los compases de los ritmos latinos, mi cabeza se remontaba a un mes de febrero del año 1994.

   Me refiero a la celebración de un baile, una noche de carnaval en Munera. A pesar de que a mi nunca me ha gustado disfrazarme aquella noche asistí por vez primera al baile que como todos los años, se celebraba en el Restaurante El Viso. Iban todos mis amigos y amigas, unos llevaban disfraz y otros como yo tan sólo asistíamos para disfrutar de la orquesta y hacer uso de la consumición que incluía la entrada al recinto.

   Aquella noche, entre mi grupo de amigos se encontraban unas gemelas, Fátima y Maria Elena, Hassan de primer apellido. Algun@ de mis lectores saben ya a quien me refiero, pero para quien no las conozca, Fátima y Mª Elena eran adoptadas; su padre de acogida era el médico del pueblo y pasados unos años debido a un traslado profesional, cambiaron su domicilio a la bonita ciudad de Granada. Por cierto, hace años que no volví a saber nada de ellas, nuestra comunicación postal se interrumpió y nunca más supimos los unos de los otros.

   Bien, la noche de marras, Maria Elena se empeñó en enseñarme a bailar, a mi la verdad es que me daba mucha pero que mucha vergüenza, pero ya que todo el mundo estaba agarrado a su pareja yo no podía ser la excepción. Prometí bailar con ella el siguiente pasodoble que sonase y a los pocos minutos la orquesta comenzó a tocar una pieza obligada en casi todas las bodas, bautizos y comuniones, el pasodoble que lleva por título "No te vayas de Navarra".

   Maria Elena corrió hacia mí, me obligó a cogerla fuertemente de su cintura y a pegar los cuerpos hasta más no poder. Los sudores eran copiosos, pero bueno, salí airoso del encuentro y hasta lo disfruté, de hecho hasta la finalización de la fiesta estuvimos bailando todos los pasodobles que sonaban, se me escapaba algún pisotón, pero eran considerados gajes de principiante.

   Con el paso del tiempo, llevé al extremo mi afición por la música y aprendí a tocar el trombón de varas recibiendo clases de solfeo como ya conté en otras ocasiones. Desde aquellos años, al igual que me es imposible pasar por un centro comercial y no pararme en la tienda de animales, no puedo asistir a las fiestas de un pueblo y no presenciar al menos, cinco minutos de verbena. Me enloquece escuchar los acordes de un pasodoble torero, de un vals, de una cumbia, o de un cha cha chá.

   Pero claro bailarlo es otra historia. ¿Quien no ha visto a esa manada de octogenarios sentados al rededor de la pista de baile con las piernas tapaditas por una toquilla de punto?, de hecho alguno hasta se queda durmiendo en la incómoda silla de plástico, pero ahí está cubriendo su asiento de cotilla preferente. Y venga a cotorrear y cacarear: "fíjate Fulanita, como se arriman aquellos dos indecentes" "mira mira que falda más corta lleva Mengana", "¿pero aquel de allí no está casado con Fulanita? ¿pues que hace bailando con Menganita?"...



   La asistencia a la verbena es en un 80 % para la crítica al prójimo, pero eso si, lo que de verdad es asombroso es cuando del grupo de jubilados apotronados en sus sillas, surge una pareja que inicia a poner en práctica esos pasos aprendidos en la escuela a la que asisten. Me enloquece ver bailar a una pareja que asiste a clases de bailes de salón. Conozco a un matrimonio algo atípico a la vista, es verdad que ella posee un considerable sobrepeso y él es espigado, delgado y siempre viste con traje y corbata, pero la primera vez que yo les ví bailar el tango que cantaba Julio Iglesias, "Y todo a media luz", hicieron que se me pusiera la piel de gallina y taparon muchas pero que muchas bocas precipitadas.

   En fin, a ver si cuando crezca Laia convenzo a Marta para apuntarnos a bailes de salón. Nunca creo que llegue a bailar como esta pareja, pero al menos sangre torera sé que llevo en las venas así que el pasodoble espero sacarlo adelante.

   Buenas noches a tod@s.

martes, 11 de diciembre de 2012

Otro apunte de mi niñez, la fiesta de la matanza



   Ya de vuelta del puente que hemos pasado junto a nuestra querida familia gallega, deseaba dedicar el post de hoy a la descripción de una jornada de matanza.

   Me pilló casi de sorpresa el que mi suegro me anunciase que el pasado viernes había fijado la fecha para sacrificar el cerdo que llevaban engordando desde hacía unos meses. Digo que me pilló por sorpresa porque si bien sabía que lo tenían, no pensaba que tuviese decidido ya el día.

   En definitiva, como es habitual en mi suegro, todo estaba perfectamente organizado para primerísima hora. La comitiva era corta, Juan (un amigo de mi suegro que a la postre sería el encargado de poner fin al porcino), mi cuñado Luis, mi suegro y yo. Siguiendo las instrucciones de mi suegro a mi me tocó sujetar contra la pared de piedra gallega al animal en el momento en el que le entrase el afilado cuchillo de Juan, mi cuñado recogería en un cubo la sangre del animal para hacer las morcillas y mi suegro sería el encargado de mantener el pulso con el cerdo, tirando con fuerza de una cuerda que ataba el hocico del animal.

   Quien tenga un mínimo de sensibilidad, entenderá que no es plato de buen gusto notar en mis propios dedos el temblor de un animal que siente la agonía de la muerte, pero también es cierto que no era la primera ocasión que lo vivía.

   Justo en aquel momento en el que me corrían las gotas de sudor por la mejilla al hacer fuerza, rezando para que los agónicos chillidos terminasen cuanto antes, se me pasaron por la cabeza millones de secuencias aisladas, todas con un mismo escenario: los fríos inviernos de Munera, el pueblo de mi madre.

   Mis abuelos Pepe y Esperanza siempre criaban cerdos en casa para al llegar invierno, justo esta época de finales de noviembre o primeros de diciembre, hacer la matanza. Era un día de fiesta, toda la familia y los amigos más allegados eran invitados y sabían con mucha antelación la fecha. Desde muy temprano la casa de mis abuelos se llenaba de gente, los hermanos de mi abuelo, Juanjo, Paulino, Cruz, casi todas las hermanas de mi abuela con sus respectivos esposos, Juana y su marido Juanjo (Chorriles como se le conocía en el pueblo), en definitiva (no puedo nombrar a todos ya que entre primos y tíos podría haber más de 50 personas), el corral se quedaba pequeño ante tantas personas y las gallinas no eran capaces de encontrar un hueco libre y tranquilo igual que la perrita Loli.

   Exclusivamente los hombres adultos eran los encargados de coger al cerdo, que por lo general pesaban cerca de los 200 kilos. Tras inmovilizarlo era subido a plomo a una mesa muy antigua y robusta de madera, tras atarle las patas era pinchado en el lugar preciso, rápidamente una mujer ponía un barreño o cualquier recipiente para recoger la sangre que posteriormente sería usada en las morcillas. Me llamaba mucho la atención ver a esa mujer (casi siempre con el pañuelo de cuadros a la cabeza), cómo daba vueltas a la sangre enérgicamente con un palo con el fin de que ésta no se cuajase, ya que de lo contrario no serviría para nada.

   Una vez muerto el animal, comenzaba la labor de extracción de las vísceras, cosa que a mi me daba bastante asco, así que me entretenía más ir a la "cocinilla" donde había una buena lumbre para calentarme las orejas y las manos a la vez que veía al resto de mujeres y chicas pelar cebollas. Siempre se escapaba algún chismorreo que era interesante de cazar...





   Me sorprendió ver el pasado viernes que mi suegra no aprovechase las tripas del cerdo que se había matado para hacer sus ricos chorizos, pero quedé perfectamente aclarado cuando me dijo que todo el trabajo de la limpieza de las tripas en la actualidad lo ahorras comprando con tres euros en la carnicería las tripas lista para rellenar de materia prima.

   Es otra imagen que tengo grabada en la mente, mi abuela Esperanza sujetando la punta de una de las tripas mientras que mi madre o mi tata le echaba con un cazo agua caliente de un puchero ubicado junto a la lumbre de leña de oliva. Igual que mi abuela el resto de mujeres se repartían la tarea de limpiar tripas, cortar sebo y trocearlo para los chorizos o elaborar la masa con pimentón y demás especies. Normalmente esa tarea la hacía mi madre, se tiraba minutos y minutos amasando de rodillas con sus puños la inmensa masa rojiza que le manchaba por completo los brazos hasta casi las axilas.

   Durante todo el trabajo la bota de vino no paraba de pasearse de aquí para allá, llegaba el almuerzo para "catar" la masa obtenida para los chorizos, cuya muestra era preparada para su aprobación en una pequeña sartén vieja, sobre unas diminutas trébedes o patas de hierro. 

   Estábamos en Albacete, ciudad de la cuchillería, por lo tanto al llegar el medio día de cada bolsillo de los pantalones verdes y marrones de pana empezaban a salir navajas de todo tipo, grandes y pequeñas, para empezar a cortar sopas de pan y degustar las increíbles "gachas de mataero", regadas por la redoma de vino y  acompañadas por las "tajás" del ingenuo gorrino que esa misma mañana pensaba que el de la gorra que abría la puerta de su choza había madrugado tanto para echarle de desayunar la ración diaria de pan amasado con harina y agua.





   Recuerdos de niño, recuerdos de olores a pelo chamuscado por un soplete, recuerdos de risas al rascar con un trozo de teja la piel del cochino, recuerdos de fiestas amigables y familiares, recuerdos que no vuelven, como sus protagonistas. Sólo eso, recuerdos.

   Pero no quiero acabar melancólico hoy, así que admitiré que ¡también es un grato recuerdo el olor que desprendían los chorizos y las tajadas de lomo desde el maletero del Renault 18 de mi padre durante todo el viaje de regreso a Madrid!.

   Seguro que algun@ habéis revivido sensaciones similares con el post de hoy.

   Buenas noches a tod@s.

martes, 4 de diciembre de 2012

Llamé a una puerta y se han abierto dos





   Ni más ni menos que Don Justo Algaba es el que aparece en la fotografía del post de hoy. Nacido en un pequeño pueblo de Albacete (Villapalacios), a sus sesenta y cinco años de edad, Justo es el referente en cuanto a la sastrería taurina se refiere.

   Ha confeccionado los vestidos de torear de las mayores figuras del toreo, José Tomás, Rafael de Paula, El Fandi y un largo etc. Su arte se extiende a la elaboración de capotes de paseo, trajes de corto, capotes de brega o muletas, pulseras, bolsos, en definitiva, un artista de la aguja y la lentejuela.

   Hará cosa de un mes, me recibió en su nueva sastrería de la carretera de la Coruña; mi intención era comprar un capote para regalárselo entre varios amigos a otro que se casaba en tan sólo unos días. Justo me atendió de la mejor de las maneras, la verdad es que me era imposible apartar la mirada del metro que colgaba sobre sus hombros, era una estampa la de aquel señor trajeado, simpático en grado sumo y de pelo cano, a la que no terminaba de acostumbrarme.

   Ya con el capote envuelto para regalo, Justo me preguntó si yo era aficionado a los toros, a lo que contesté naturalmente de manera afirmativa e incluso le resumí en un par de minutos mi corta trayectoria como banderillero y mi proyecto de convertirme algún dia en un buen fotógrafo taurino. Al tratar este último aspecto me pidió mi número de teléfono y prometió llamarme pasadas unas semanas para comentarme un asunto. Así quedó el tema, nos despedimos y marché de su sastrería con mis pulmones y mis pupilas repletos de pinceladas taurinas.

   Esta tarde he vuelto a entrevistarme con él ya que ayer cumplió con su palabra, me llamó y me pidió que me acercara a verle. Pues bien, resulta que ha creado una nueva linea de camisas de mujer y caballero en plan taurino, con alusión a los colores de los capotes de briega y las muletas, desea hacer fotografías para colgar en su página web y pensó en mí para hacerlas. Yo loco de emoción por supuesto he aceptado ayudarle ofreciendo mis ideas o mis sugerencias a la hora de colocar los fondos o la iluminación y de hecho en unos días intentaremos tener unas imágenes de sus camisas acordes a su idea.

   Ya a punto de abandonar la sastrería y debajo de la cabeza disecada de un precioso toro negro mulato (obra de un afamado taxidermista de Utiel), se me ocurrió la idea de comentarle a Justo la espectacular e ignorada obra que realiza mi amigo Salva, aquella que hace tan sólo unos días exponía en unos de mis post.


   Como no podía ser de otra forma, las pequeñas esculturas han sido del agrado de Justo Algaba y me ha ofrecido la posibilidad de contactar con Salva y ofrecerle, si es que era su deseo, exponer en su propio negocio sus toros. En ese lugar por el que desfila la cúpula del mundo del toreo considero que sería al menos observada su obra y estoy seguro que en un futuro no muy lejano, admirada.


   Justo Algaba, de nuevo haciendo alarde de su educación y su amabilidad, ha tenido a bien ponerse al teléfono con Salvador y tratar esa posibilidad de importar a Madrid una colección representativa de su obra para exponerla y ofrecerla al público. En definitiva, tan sólo Justo tenía la llave de sendas puertas, las cuales nos ha abierto de par en par. No se puede estar más agradecido Señor Justo. El papelón ahora es para Salva, porque yo hago doce fotos en un segundo con mi cámara, pero él va a tener que moldear muchos toros por día para responder al envite... Seguro que responde como sabe.

   Bueno amig@s, mañana mi mujer, nuestra pequeña Laia y yo viajamos a ver a nuestra familia gallega y a disfrutar de aquella tierra unos días, con lo que si Dios lo permite, nos volveremos a encontrar el próximo martes día 11. Aquí os esperaré, buenas noches a tod@s.