miércoles, 15 de agosto de 2012

15 de Agosto, dia de toros



  
   Hace exactamente hoy ocho años, el 15 de agosto de 2004, me encontraba puntual a las cinco de la tarde en un pueblo de la provincia de Ciudad Real, llamado Aldea del Rey, con mi capote de paseo liado, mi traje de luces teja y azabache y un miedo en el cuerpo como pocas veces en mi vida he revivido. Aquella tarde toreaba como tercero (o lo que es igual, como banderillero-puntillero) bajo las órdenes de un novillero madrileño que se anunciaba en los carteles como Santos. El hermano de este novillero fue aprendiz del conocido sastre de toreros Fermín y hoy en día regenta su propia sastrería en la madrileña calle O'Donell; se comenta que sus capotes y sus muletas son de lo mejor en el mercado taurino actualmente.

   Pues bien, aquella tarde fue la única tarde que toree una novillada picada. La razón fue muy sencilla y tenía un doble componente. En primer lugar, mi carnet como banderillero de novillos no me acreditaba para banderillear aquella novillada de tres años de edad, en la que también participaban picadores. Pero como suele pasar en la mayoría de las plazas de pueblo portátiles de tercera categoría, a nosotros ningún Agente de la Autoridad nos pidió nuestras acreditaciones. La verdad es que bajo mi punto de vista, esa rama denominada Comisión de Asuntos Taurinos, dependiente directamente del Ministerio del Interior, funciona realmente mal. Siempre que he tenido que ir a su sede, en la Calle Cea Bermúdez, me he encontrado con dos ancianos funcionarios que no sabían ni donde buscar lo que yo necesitaba, en fin, lo que siempre digo, hay funcionarios y funcionarios, porque en cambio otro dia me atendió un caballero que tardó en solucionarme el problema menos de un minuto.

   El segundo motivo por el que nunca volví a torear una novillada picada fue el miedo tan atroz que pasé aquella tarde. Ni más ni menos que en primer lugar actuábamos; mi buen amigo Ángel Otero, (que era mi Ángel de la guarda todas las tardes en las que me vestía de luces) me intentó calmar diciéndome que los novillos de tres años es más fácil de banderillearlos, ya que al tener la herida previa del puyazo del picador, el sangrado favorece que al encuentro con el banderillero acudan más despacio. Pues yo en el primer par de banderillas creí que me embestía el talgo, pero afortunadamente salí airoso, puse los dos palos, y como casi siempre (con la puntilla es cierto que siempre he andado bastante aseadito) con la puntilla anduve genial.

   En definitiva, el miedo y la cantidad de veces que tragué saliva aquella tarde, me hizo valorar aún más la profesionalidad de los que se ponen delante de un animal de esas características.

   Pero no es menos valiente el que se pone delante de una vaquilla como las de la foto de hoy. Si no, que le pregunten a los espectadores que hoy hayan visto en la plaza de toros de Huesca a ese chico de 16 años que ha perdido la vida. Al parecer, según los propios espectadores, el chico recibió una embestida de una vaquilla en el pecho que le lanzó fuertemente contra un burladero de la plaza. Momentos después entró en parada cardiorespiratoria por el fuerte golpe y una hora después moría en el hospital.

   La risa acaba casi siempre en llanto, los toros no son juguetes, ni las vacas, ni los novillos. El 15 de agosto es raro que haya una localidad española sin festejos taurinos, pero el problema es que los astados, el alcohol y los descuidos son una explosiva combinación que no suele deparar nada bueno.

   Buenas noches a tod@s
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario