Me sería imposible creer que ninguna persona de las que me lee (por suerte cada día son más) haya vivido una experiencia en la cual se le haya puesto la carne de gallina, o simplemente haya dejado escapar un par de lágrimas vivas al escuchar un bolero, al dar un abrazo fuerte a su pareja o simplemente al releer aquella carta que yacía olvidada en un cajón de la mesita de noche desde hacía meses.
Tampoco sería extraño que alguien disimulase una enmascarada hombría y afirmase con rotundidad que todas esas sensaciones son meras "mariconadas", más aun si se tratase del típico ciclado de gimnasio o de un engominado que habitualmente conduce un buen coche.
Querida Laia:
A tu padre, eso le pasa con una horrible frecuencia. Puede que porque sea músico, o porque hayas llegado a mi vida en un momento crucial, no lo se, el caso es que los últimos meses, nada más escuchar una bonita canción, mis lagrimales se ponen en ebullición como si de dos de esas ollas express que ofrecen los bancos por domiciliar la nómina se trataran.
Me encanta un bolero, me entusiasma el sonido de un violín, me enternece mucho escuchar una pieza lenta cantada por una tuna y actualmente, admiro la voz de ese pedazo de artista llamado Pablo Alborán.
Hija, cuando veas que tu papá tenga más canas de las que ahora afloran tímidamente, será el momento en el que saldrás del nido y volarás, (como decía unas sevillanas preciosas de Ecos del Rocío), te mecerás por las corrientes de la vida que todos hemos atravesado, o casi todos; sentirás en tus dedos tus primeras caricias, llegará de igual manera tu primer beso, te llevarás mil chascos que inevitablemente harán que tu corazón se sienta atravesado de aurícula a ventrículo, en esos momentos, recurrirás a estas canciones a las que aludo.
Hoy, un lunes de invierno, sin más atractivo que el que tenía que asistir a mi clase de fotografía, sonó un bolero en la radio del coche del último disco de un grupo que me apasiona, Café Quijano; llegué a casa y me recibiste con tu habitual sonrisa, te abracé, peiné tu pelo y al ir a dejar una carta en mi mesita de noche, descubrí unas felicitaciones de cumpleaños que habían sido inmejorablemente dedicadas por mamá hace ya algunos años. Al releerlas terminé el cocktail fatal, vaya "modorra", sólo me faltaba escuchar la tuna en ese momento detrás mia cantando "Si tu me dices ven", con panderetero incluido...
Mi querida pequeña, tan sólo tiene que avergonzarse aquel que roba, estafa o miente, como tu nunca harás eso (o me voy a encargar de que así sea), no tendrás que sonrojarte cuando expreses en público tus gustos, cuando muestres al resto tus sentimientos. ¿Por qué ocultar que todos alguna vez hemos regalado rosas?, ¿por qué no decir que de mejor o peor manera todos hemos bailado una balada bien lenta? ¿por qué esconderse detrás de las palmas de las manos para que nadie vea brotar las lágrimas a borbotones?. El telediario está lleno de caras y motivos para esconderse en el último rincón del mundo, para todo lo demás, deja al corazón que exprese, que dibuje, que hable, que es lo más bonito del mundo.
Te quiero mucho pequeña. Buenas noches a tod@s.
Dices que hay dias en los que la pluma fluye con mayor soltura que otros. Hoy es uno de los de ispiracion profunda y se nota que ese momento de sensibilidad por el que atraviesas te ha permitido que aflorase este post tan "rematado". Uno de los mejores.
ResponderEliminarSensibilidad a flor de piel, realmente bello.
ResponderEliminarsuper buen articulo, ni se como llegue aqui pero eso es lo bonito, sentirse emocionado por haber encontrado algo nuevo que te haga quedar encantado, felicitaciones!
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