Comencé esta semana casi extinguida con una tremenda sensación de felicidad y paz interior con el viaje y la gran actuación de mi estimada Banda de Música de Munera en Ricote (Murcia), inmediatamente después llegó la nieve a Madrid y pude hacer las instantáneas que ayer colgué de los toros de Victoriano del Río sobre la manta blanca; estoy convencido de que no puede haber mucha gente en el mundo que no se alegre al ver caer los copos del cielo, al menos a mi me hace quedar embobado detrás del cristal e incluso me pongo triste cuando veo que la tormenta amaina y toca a su fin.
Si bien es cierto que para la circulación de los vehículos y en concreto para los vehículos pesados (que son los que me suelen tener ocupado en el trabajo), la nieve es nefasta, pero al estar prevenidos no suele haber muchos problemas y si los hay, la solución surge casi instantáneamente.
Pero hubo un detalle a mediados de semana que me hizo perder el norte, comerme la cabeza, estar intranquilo, como parece estar el individuo de la foto que encabeza hoy mi post.
Estoy casi convencido que por el trabajo que en su día elegí desempeñar, he vivido muchas, muchísimas situaciones de tensión, de pudor, de temor, de desagrado absoluto. Nunca es agradable contemplar un cadáver, detener a un delincuente, entregar un bocadillo a un detenido y estar en el calabozo junto a él esperando a que lo coma para asegurar que no intenta agredirse o escapar. Cuesta mucho serenarte y procurar poner orden en medio del caos de un accidente de circulación, no siempre es agradecido el mandar o verte obligado a dar una orden, de hecho, siempre lo he dicho, es tremendamente más fácil obedecer que mandar.
En definitiva, a pesar de haber pasado por muchos momentos que nunca me hubiese imaginado, hay algo a lo que nunca me acostumbraré, a las discusiones.
Jamás en mi vida he sido una persona a la que le haya gustado debatir, reñir, llevar la contraria a nadie, es más cuando alguien me ha intentado buscar las cosquillas he podido pegar un portazo o darme la vuelta, pero nunca me he enzarzado, me es imposible, e incluso nunca me he pegado con nadie ya que es universal esa norma de: si uno no quiere, dos no se pelean.
Ayer, sin ir más lejos, me tocó presenciar una discusión algo subida de tono, menos mal que fue sólo verbal y aquello no sobrepasó límites más crudos. En principio era tan sólo un cara a cara entre dos compañeros, pero claro, dos compañeros que tienen sus codos pegados a los míos a diario desde hace casi ya dos años. No fue más que un calentón y una "puesta a punto", en la que una de las partes gozaba, al menos en esta ocasión, de toda la razón, por lo que la otra parte además de pedir disculpas se limitó a asumir el chaparrón.
Todo quedó en aquello y gracias a la cantidad de fotos que tenía por retocar, pude tener la cabeza algo despejada, pero aun así, al apoyar la cabeza sobre la almohada, aquel encontronazo me hizo retardar el sueño. Lo dicho, no me acostumbro ni creo que lo haga nunca, no me gustan para nada las discusiones, ni desde dentro ni como público, considero que con la palabra a medio gas se pueden solucionar la práctica totalidad de los asuntos.
Termino. Menos mal que mi dia libre mañana me permitirá disfrutar más de mis dos soles y tener la cabeza y el corazón plenamente dedicado a ellas...
Buenas noches a tod@s.
Joder macho, has empezado tan fuerte el post que pensaba que habian terminado a navajazos. ... Mas vale asi por cierto.
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