Querida Laia:
Pasaste tus primeras Navidades, llenaste nuestro pequeño pero noble hogar con tu presencia. Despedimos al moribundo 2012 solitos, suerte que Samuel tuvo a bien acompañarnos y así compartir la soledad que él también debía atravesar por su reciente cambio de destino.
Mientras los principales protagonistas de una conocida serie televisiba tomaban las uvas desde un privilegiado balcón de la Puerta del Sol madrileña, mamá cenaba una triste pizza en una gasolinera con su compañero y atendía cuatro importantes accidentes de circulación, debidos en gran parte a la intensa niebla y a las consecuencias de los frecuentes brindis.
Comienzan a destacar tus dos dientes pequeños y puntiagudos, empiezas a apoyar tus diminutas piernas, imitas gestos como el decir adios, das algún que otro susto como el que has dado esta noche al hacer sonar tu coco contra el suelo... Estoy convencido que ha sido más el susto que otra cosa, eso si, la cara de mamá y el resplandor colorado en la cara de Samuel cual semáforo de la Castellana han sido un cuadro.
Si hacemos balance del extinguido 2012, con tu llegada a nuestras vidas se eclipsaron todos los momentos regulares o incluso malos que pudieron visitarnos. Afrontamos un año nuevo, que no suena muy bien por aquella terminación del 13, pero algo me dice que va a ser un año especial, al igual que el pasado; podremos disfrutar con tus primeras palabras y tus novedosos pasitos. Aunque pensándolo bien, si ya es difícil controlarte sin saber andar, veremos a ver cuando camines...
Mi querida pequeña, tienes puestas en ti muchas esperanzas para hacer recuperar a toda la familia el espíritu navideño, la ilusión por despertar nuestro lado más infantil, aquel que ya hace bastantes meses quedó olvidado. Mamá incluso ha encargado a los Reyes Magos algunos regalos acordes a tu corta edad, ropita y alguna sorpresa más. De momento has sido buena, con lo cual no creo que los Reyes pongan pegas cuando reciban la petición de mamá.
Lo único que espero es que ni Melchor, ni Gaspar ni Baltasar nos vieran cuando a las 4 de la madrugada del estrenado 1 de enero me hiciste bañarte para eliminar el vómito de todo tu cuerpo, resultante del berrinche que cogiste por no querer dormir, aunque estoy seguro de que también tuvieron gran parte de culpa el ruido de los cohetes que se lanzaron por el barrio.
Bueno corazón, año nuevo, vida nueva. Tú formas nuestras vida nueva, tu eres el principio y el fin de nuestro futuro más inmediato. Será difícil que el 2013 venza al pasado año debido a tu llegada, pero al menos vamos a intentarlo.
A todos mis lectores, mi más cálido abrazo y mis mejores deseos para todos vosotros en este año recién comenzado.
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