viernes, 30 de marzo de 2012

De los Clics a la PSP




    Mi deseada Laia:

   Como a pesar de faltar dos dias para los nueve meses de gestación, aún no das muestras de querer venir al mundo, Mamá y yo hemos aprovechado la tarde de hoy para ir a un centro comercial y cambiar un regalo que nos habian hecho para ti. No es que no nos haya gustado, es que nos habiamos enterado que había una versión Vip. Por algo más de dinero, hemos cambiado la hamaca tan preciosa que nos habían regalado para ti por una igual de bonita, que encima va a juego con los colores de tu habitación. Pero lo mejor es, que la hamaca trae incorporada música clásica, sonidos de la naturaleza y vibración para que Papá pueda tomar algo viendo la tele mientras las pequeñas descargas buscarán conseguir que duermas. Yo cada dia me sorprendo más. Jamás imaginé que tuviera que pedirle el trastero alquilado a mis padres y a mis vecinos para guardar todo lo que en una semana llenará nuestra casa.

   Más allá de la hamaca y ayudado hoy por mi buen amigo y compañero Torrecilla (al cual le dedico hoy el post por ser como es conmigo y por haberse convertido en fiel seguidor de mi blog desde el dia de su creación), comparaba mentalmente los juguetes que usábamos los niños de finales de los 70 o principios de los 80.

   Rercodaré toda mi vida la cantidad de clics que tenia en mi habitación de niño, en la actualidad únicamente son conocidos por los niños como Playmovil. Era mi juguete preferido y mi padre jugaba conmigo de la siguiente manera: hacíamos dos grupos de igual número de clics, uno para él y otro para mi. Nos distanciábamos todo lo que la habitación nos permitía, colocábamos cada uno nuestro grupo de clics de pie, lo más alejados posible para ponérselo difícil al rival y un boloncho de los de acero (tenía un par de ellos siempre en mi bolsa de las canicas) rodando por el parquet nos lo lanzábamos una vez cada uno, de tal manera que el clic que caía al suelo estaba muerto y se descontaba de tu grupo, el que se quedaba antes sin ningún superviviente ganaba, aunque claro, mi padre ponía de su parte siempre para que yo fuera el vencedor. Tengo grabada la imágen y la conversación de un dia entre mi padre y yo, mientras que jugando a ésto, me consultó si me gustaría tener un hermanito; pues eso, tendría yo cinco años o casi seis.

   De aquella época tengo en mi mente juegos que a todos os sonarán: las bolsitas de papel que me compraba mi padre en el quiosco del pueblo, que contenían diminutos soldados de guerra de plástico color verde o marrón. El tente (que dio paso al lego), juegos de mesa como magia borrás, juegos reunidos, hundir la flota, el puntero tragabolas, quien es quien. Mención especial se merece el Cinexin (que te morías a darle vueltas al aparato en la habitación a oscuras para ver a Pluto jugar con el Pato Donald) o el primer video juego que conocí, ese de las dos rayas jugando al tenis o al frontón a dos velocidades diferentes, para principiantes o expertos. Los Madelman también solían gustar mucho a los niños (no era mi caso) y a las niñas las Nancy, las Barriguitas o las Barbies.

   También recuerdo que cuando tenía algún año más y mi hermano ya tenía tres o cuatro años teníamos un cesto de mimbre en el que guardábamos muchísimas tizas de todos los colores posibles. Aquel cesto se guardaba en un armario empotrado y la verdad es que aunque casi nunca teníamos pizarra para pintar con ellas, el cesto con las tizas dió bien el precio porque yo lo recuerdo dando cabezazos por casa mucho pero que mucho tiempo.

   Todos estos juguetes Laia dieron paso a los que tú encontrarás en ToysRus, donde los ojos te harán chirivitas, donde probarás toda clase de triciclos y más conociendo a tu mamá... Ahora hay juegos de mesa como el Cranium o el Scattergories que si bien hacen reir en grupo, no te proporcionan la misma alegría que me daba a mi tirarle seis clics de una sóla vez al abuelo. Ahora se compran juegos de Bob Esponja o Gormitis al módico precio de 20 € los más baratos. O en lugar de jugar al video juego de las rayas, ves a los niños embobados con la PSP (unos 250 € la broma) o la Wii (cada juego unos 50 €), bueno y los no tan niños, que hace una semana vimos a un futuro papá esperando a que su mujer terminara la prueba de los monitores y le quitaba la PSP a su cuñada de unos 12 años de las manos para "batir el record" y cuidar el perro virtual.

   ¡Qué tiempos aquellos Torrecilla!

   Buenas noches a tod@s.

3 comentarios:

  1. Jose, aunque nunca comente nada, leo todas tus cartas, que me encantan porqe me hacen recordar, reir e incluso que se me caiga la lagrimilla de emoción... Pero hoy no puedo irme sin darte las gracias por hacerme recordar como nos lo pasabamos con esos juegos que agudizaban nuestro ingenio porque no había otra y que por como ha evolucionado todo no podremos revivir con nuestros hijos o sobrinos...
    Gracias por no dejar que esos momentos caigan en el olvido!!!!

    Vero

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  2. JOSE recién hoy viernes pude comenzar a leer tu blog, que increíble que sos, que palabras, que anécdotas maravillosas, como se siente la ansiedad de que Laia ya este jugando con ustedes. Además de ser papas van a revivir el niño que tienen en su interior.
    Marta y Jose les deseo lo mejor. Muchas felicidades.
    Jesi.

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  3. Ahora bien...¿y quien no se acuerda de su pandilla en la que todos íbamos en bicicleta (BH, GAC, ORBEA, MOBILETE,...) y en alguna que otra ocasión nos distanciábamos de lo que nos decían "los mayores" haciendo expediciones? Que tiempos...veías un grupo de 8 o 12 bicicletas siguiendo a un líder y yendo a todo trapo por la acera "molestando" a los viandantes hasta que por fin alcanzabas el parque o el descampado donde dabas rienda suelta a todo tipo de burradas y ocurrencias.

    Ahora Laia y Pablo dudo que podáis experimentarlo. Jose, iremos tu y yo junto a ellos, paseando por el carril bici o por el campillo, perdiéndose esa libertad que la "bici" te otorgaba creyéndote que ibas montado sobre la mejor de las motos sin pensar en el sufrimiento de dar pedales...es bonito compartir esos momentos junto a tu hij@, pero sin dejar de privarles de esa libertad en la que durante un rato no tienen a nadie que les vigile y "hacen lo que desean", hacer el cabra sin que nadie les diga esto o lo otro.

    En fin...es lo que nos tocará vivir aunque bien es cierto que trataré de evitar caer en esas redes y haré todo lo posible porque Pablo se relacione y tenga su pandilla de amigotes desde bien pequeño.

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