Querida Laia:
Cuando tus pulmones tan sólo hayan trabajado unas pocas horas, estoy seguro que conocerás a una persona peculiar, un chico jóven, guapo, muy guapo y noble como pocos, tu tío Manolo.
He conocido a niños revoltosos, inquietos y traviesos. Salvo el tercer adjetivo, mi hermano ha sido la máxima expresión. Manolo ha sido el que más chichones se ha provocado, el que más calcetines ha destrozado de andar descalzo y el que más saltos daba por segundo. Podía tirarse horas en la pequeña salita donde haciamos vida sin pisar el suelo. De la mesa camilla al sofá, del sofá a la silla, de la silla a la mecedora, de la mecedora al mueble, del mueble otra vez a la mesa, pero tropieza y nuevo chichón a la colección.
Hasta que ya contábamos con algunos años más y mis padres hicieron el esfuerzo de comprar todos los enseres para que cada uno contáramos con nuestra habitación, compartiamos literas. Él, que siempre ha parecido el florete de un deportista de élite en esgrima, inquieto y fino en grado sumo, dormía en la litera de arriba. Recuerdo una noche, de las muchas que teníamos que dormir no por tener sueño, sino porque el reloj marcaba una hora que recomendaba adoptar la posición horizontal para estar el día venidero a pleno rendimiento en el colegio, en la que empezamos de cachondeo. Él comenzó a asomarse por el lateral de la cama y golpearme con la almohada, continuó bajando de la litera y tirando de mi edredón para provocarme en su juego. Mi madre, como casi siempre, al escuchar el revuelo nos amenazó a gritos desde su cama con levantarse y sacar a pasear la zapatilla de estar por casa y aparcarla en nuestros traseros, pero Manolo seguia con ganas de juerga. Ya cansado, y aprovechando que la litera de mi hermano tan sólo descansaba sobre unos topes soldados a la estructura principal de la cama, lo levanté haciendo fuerza con mis piernas aproximadamente una cuarta, pero al ir a reposarla de nuevo, mi madre entró en la habitación. El susto, unido al desconcierto provocó que fallase en el descenso y mi hermano acabó por los suelos con la cama estampada sobre mi cabeza, incluido el somier. Menos mal que a mi madre le dio por reir, si no la zapatilla se hubiera desgastado aquella noche.
Hoy Manolo es, como mucha gente lo describe, un viejo en un cuerpo de joven. No conozco en la actualidad a nadie que con 23 años de edad coleccione muebles antigüos, ni tenga un cajón lleno de discos y su correspondiente gramófono donde reproducirlos, hace teatro, practica bailes populares de la mancha, asiste al párroco del pueblo en todo lo que le es posible, tiene una burra y un citroen 2 cv amarillo impecable, conoce prácticamente la totalidad del refranero castellano o cultiva casi todos los años una huerta con todo tipo de hortalizas. Podría seguir enumerando sus innumerables aficiones, que siempre culminan en una máxima, su amor por lo antigüo y el respeto a los mayores, por la vida que le tocó vivir a nuestros abuelos, bisabuelos o tatarabuelos.
Hace unos cuatro años aproximadamente decidió marcharse a vivir al pueblo natal de mi madre, Munera, ubicado en la provincia de Albacete, próximo a localidades como Villarrobledo o La Roda. Una preciosa villa donde desde niños siempre hemos pasado nuestras vacaciones junto a mis abuelos, mi Tia Esperanza, mi Tio Manolo, mis primos Manuel y Marta y donde conservamos una gran parte de nuestras buenas amistades. Tan sólo nos separan unos 240 km, pero en ocasiones lo extraño como si viviera en Australia o aún más lejos.
De hecho, aunque ellos evitan tratar el tema, me consta que desde que él se marchó y yo inicié mi vida fuera de casa, mis padres escuchan el silencio de casa segundo a segundo como si fuese una atronadora percusión. Pero tarde o temprano Laia, nos tocará pasar por esa circunstancia a otros...
Termino este post dedicando a mi hermano una frase, la cual espero que os provoque una sonrisa cómplice y os reviva ese sentimiento de amor hacia vuestros hermanos y hermanas:
Un hermano o una hermana es parte de nosotros, una presencia eterna en nuestro corazón, alma y memoria.
Buenas noches.
Que grandioso es tener a alguien en la vida que pueda hacerte sonreir,incluso cuando no estes cerca de ti."QUE BONITO" Me has hecho que recuerde aquellos maravillosos años ¿te acuerdas de aquella foto que os llevaba en mis hombros,,y la tuya con cara de" pillo" y unos rizos.Añoro todo aquello.Sabeis que sois muy especiales para mi.BESOS."Tu tata"
ResponderEliminarQue palabras mas bonitas un beso guapo
ResponderEliminarCreo que te faltarian dias para poder contar todas las anecdotas con la que nos habeis hecho reir a toda la familia,con ocurrencias propias de un guionista de cine, que despues de escurrir mucho el cerebro se le ocurririan. Sin embargo vosotros y apesar de la diferencia de edad siempre habeis tenido una complicidad insuperable.Para mi a sido un recuerdo lleno de añoranza de veros en mi mente cambiadoos de casa con las dos puertas abiertas, correteando y tomandole el pelo a vuestro primo. Gracias a los dos por darnos recuerdos a todos tan bonitos y llenos de alegria. Os quiero.No cambies nunca.
ResponderEliminarManolo, un hombre con el corazon de un niño, amante de la Naturaleza, de sus burros, del pueblo de su madre, y de sus abuelos, con un corazon noble, cariñoso, y lleno de vida, en definitiva, una buena persona, ojalá que la vida, no lo cambie nunca.
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