jueves, 29 de marzo de 2012

E Respeto a quien peina canas.



   Esta tarde leía atónito en una web de noticias la increíble historia, o mejor, la increíble batalla que tienen que ganar cada mes los ancianos de un pueblo sudafricano. Los limitados pensionistas de la localidad de KwaZulu-Natal, hombres y mujeres ya de avanzada edad, tienen que cruzar cada mes un rio repleto de cocodrilos y con una corriente que ha ahogado ya a varias personas del poblado para cobrar su mísera pensión.

   Leia con la boca abierta el caso de Khethile, una anciana de 80 años que se levanta a las cinco de la mañana y se prepara una vez al mes para ir a cobrar su único sustento. Aún así, la pobre mujer declaraba que era mejor morir por la mordedura de un cocodrilo que morir de hambre sin cobrar su pensión.

   Leer esta noticia me trajo a la mente la jungla de Madrid o de la casi totalidad de España. Nuestros mayores cobran una pensión más o menos alta, cada cual la aparejada a su situación, ya sea matrimonial o sus antecedentes laborales. Ellos y ellas no tienen afortunadamente que cruzar ríos con cocodrilos en esta "jungla" española, pero se enfrentan a situaciones que yo no distancio mucho.

   Me pone enfermo, subir a un autobus (bien es cierto que lo hago muy poco), observar a los chicos y chicas de hoy, con los pantalones vaqueros rotos, a la altura de las rodillas, sentados incorrectamente en el asiento, con los mp4 o el iphone conectado a sus auriculares con la música a todo trapo, pero cuando veo que para más Inri, se monta alguna persona mayor y aun percatándose no le ceden el sitio, ¡me pongo malo!.

   Cuando camino por la calle subido a la acera, alzo la vista y veo acercarse de frente una persona de avanzada edad, o una mujer embarazada, o simplemente, una persona mayor que yo, siempre bajo del bordillo para permitirle el paso por lugar seguro. No pretendo auto alabarme, quiero cerciorarme de que lo correcto es lo que yo siempre que me percato hago; aunque claro, bien es cierto, que es importantísima la instrucción que hayas recibido en casa, es por eso que Papá y Mamá recapitulan en casa casi a diario para intentar no cometer errores semejantes Laia.

   La señora que encabeza el post de hoy es Elisa, una gallega octogenaria de las de verdad. Ella cuando tiene que echar un taco, lo suelta, cuando hay que comer, es la primera, y si hay que tomar un vino ella está dispuesta a acompañar a quien se tercie, pero ¿cuánto ha trabajado esta señora? ¿quién tiene la osadía de debatirle ni tan siquiera una palabra?. Ella peina canas y luce fenomenalmente sus arrugas, por ello, cuando decide marchar a su casa desde el domicilio de mis cuñados Luis y Sonia, siempre hay alguien que le ofrece su brazo para recorrer los 70 metros que les distancia junto a ella y cuando todos le damos los dos besos de despedida hasta el dia siguiente es casi habitual verla soltar una lagrimilla emocionada. Estareis de acuerdo conmigo, ¿no es lo mínimo que se puede hacer por nuestros mayores?. 

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