jueves, 18 de abril de 2013

Dos maneras diferentes de decir una misma cosa



   Querida Laia:

   Para que sientas en tu corazón lo que hoy te voy a describir te quedan aún muchos pasitos por dar, muchos chichones, muchos días que asistir a tu colegio con la mochililla a cuestas, en definitiva, que faltan muchos años pero lo que si está clarísimo es que experimentarás esta sensación.

   Una enorme cantidad de veces se hacen las cosas con la incertidumbre de si se va a conseguir el objetivo deseado o no, de si agradará lo que vas a realizar o no, aunque puede que intuyas que el camino es más o menos el correcto; se me ocurre un ejemplo sencillo, además de deseado por mi parte: cuando por primera vez me hagas en el cole el regalo del día del padre que todos hemos hecho de pequeñitos, tendrás la duda de si me gustará mucho o poco, pero ya tienes en tu corazón la seguridad de que me agradará. Tranquila corazón, no te pongas nerviosa, no sólo me va a gustar, es que se me van a caer los calzoncillos al suelo y voy a tener que recoger las lágrimas con la fregona...

   Otras muchas veces, crees tener todo estupendamente atado y a la llegada del momento clave toda la tranquilidad y seguridad que aparentemente poseías se escurre entre los dedos de tus manos; las consecuencias, enfados, disgustos del tamaño de un mamut, desengaños, calentamientos de cabeza, pero bueno, siempre, pero siempre siempre siempre, después de la tormenta llega la calma, toma nota hija, siempre, por imposible que parezca.

   Bien, pues hoy en el trabajo he experimentado una sensación que tan sólo ha invadido mi corazón en tres o cuatro ocasiones, no más.

   Cuando se trabaja duro Laia, los éxitos se celebran el triple y desgraciadamente en el noventa por ciento de las ocasiones el esfuerzo no obedece a una regla matemática y cantidad de éxitos quedan en la estacada, se esfuman y se convierten en una nube de polvo que se disuelve sin dejar rastro.

   Madrugones, actualización de conocimientos, puesta al día de asuntos que no se tratan a menudo, en definitiva, situaciones que no son demasiado agradables dieron su fruto. Se ha obtenido un éxito que no hace otra cosa que agrandar mi amor por el trabajo que hace más de una década escogí.

   En nuestra labor diaria se repite muchísimas veces una frase certera, pero no siempre reconocida: la satisfacción del deber cumplido. Hoy hija se me ocurre una forma de transmitir ese mismo mensaje con un contexto distinto y esa es la moraleja que deseo que adquieras: Querer es poder. Sin duda, cabía la posibilidad de errar pero por suerte no fue así.

   Que sueñes con cosas preciosas, buenas noches cariño.

   Buenas noches a tod@s.

1 comentario:

  1. Veo que ha habido escabechina por fin, ¿no?
    Me alegro por los que se pasan de listos.

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