jueves, 20 de diciembre de 2012

La tecnología no está reñida con la edad




   Justo antes de salir de la Academia de Baeza, por contratar el seguro médico con una determinada compañía me regalaban mi primer teléfono móvil, un ladrillo verde de la marca Alcatel.
 
   Pues bien, más o menos por la misma fecha, mi abuelo Paco adquiría su primer terminal, un nokia.
 
   Lo cierto es que a mi abuelo siempre le gustó mucho la tecnología, las televisiones, los reproductores de música, los videos, en definitiva, todo lo relacionado con fusibles, cableados o enchufes, de hecho yo creo que de ahí le viene a mi hermano Manolo la afición por destripar los secadores o las radios, ya sea para resucitarlos o para enviarlos al punto limpio.
 
   Ya se sabe la tontería que nos entra a las personas jóvenes esencialmente con la telefonía móvil, a penas tenemos un terminal nuevo en nuestras manos y cuando al día siguiente sale un nuevo modelo, ya estamos dando vueltas al coco para ver de que manera podemos conseguirlo. Para muestra un botón, Iphone 3, Iphone 4, Iphone 5, continuará...
 
   Algo parecido era lo que le ocurría a mi abuelo; cuando yo cambiaba de teléfono móvil, procuraba que no me lo viera, porque el jodio parecía que no se enteraba de nada, pero nada más lejos de la realidad. Una vez recuerdo que cambié un nokia creo que el modelo 3310 por un motorola plateado muy pequeñito, pues estando en casa de mis abuelos haciéndoles una visita, sentados los tres alrededor de la mesa camilla de la sala de estar recibí una llamada, contesté y charlé durante unos minutos, pero justo a la hora de colgar, antes de que metiese de nuevo el teléfono en mi bolsillo mi abuelo se apresuró a preguntarme si ese era el teléfono que había tenido siempre. Al responderle que no, me puso la misma carita que pone un niño cuando sabe que se le avecina una buena bronca o un par de azotes después de hacer alguna trastada. Tras el pucherete me preguntó en voz muy bajita qué había hecho con el teléfono que tenía antes, al contestarle que nada y afirmarle que si estaba interesado se lo regalaría, vi como se le iluminaban los ojos a través de los cristales de sus gafas rectangulares.
 
   Era como un niño. Pero lo que si es cierto es que de la misma manera que era caprichoso en ocasiones, adquiriendo cosas que luego no usaba para nada, cuidaba todo con exquisitez. En el mueble de pladur del la sala de estar se tiró mucho tiempo un video vhs cubierto cuidadosamente con un plástico, también había un reproductor de cd y multitud de cintas de vhs, perfectamente etiquetadas con la maravillosa caligrafía que le caracterizaba.
 
   En un programa de la cadena Cuatro he visto a un señor de Córdoba, con su acento, con su educación, con sus zapatos relucientes. Cuando ha sacado su teléfono móvil del bolsillo de su tres cuartos de piel ha sido inevitable que me viniese a la mente aquella sonrisa alegre similar a la de un crío, sus gafas y su imagen ante el pequeño televisor de plasma de la habitación, donde contemplaba todas las sobremesas las películas del oeste. Nostalgia.
 
   Buenas noches a tod@s.
 
 

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