Lo que muestra la foto que encabeza el post de hoy era la imagen que atravesaba las pupilas de mi abuelo Paco todas las mañanas de su última etapa profesional.
No hace mucho, en otro relato, describía cómo cuando yo era tan sólo un niño de tres o cuatro años, acompañaba a mi padre a hacer alguna visita a mi abuelo los sábados que le tocaba trabajar. Aquellas secuencias, los aromas a tinta, los sonidos de las máquinas de impresión detenidas, eran un recuerdo muy lejano en mi cerebro, que en la mañana de hoy han vuelto a despertar.
Se me ocurrió la idea de seleccionar mis mejores doce fotos de la pasada temporada taurina para hacer un calendario del próximo año 2013. No había entrado en la Imprenta donde se jubiló mi abuelo desde hacía años, quizás 25 o más aún y hoy lo hice para encargar los calendarios; por cierto, quedaron preciosos y me quedan muy pocas unidades, por si alguien libremente quiere alguno.
No se describir lo que se me pasó por la cabeza al seguir al jefe de taller y atravesar esa puerta alta, verde. Por supuesto mi vista se dirigió al instante al fondo de la nave, donde recordaba que mi abuelo poseía su "despacho" por llamarlo de alguna forma. No llegué a atravesar la nave, sino que giramos hacia la derecha para entrar en un pequeño habitáculo acristalado, el puesto del mencionado jefe de taller. La decoración era escueta, una mesa muy bonita de madera con un ordenador, un pequeño estante y dos sillones grises que ya habían dado el precio...
El compañero que me atendió, tras darme el presupuesto de mis calendarios taurinos, se interesó por saber quién era mi padre y mi abuelo, porque alguien le había soplado que yo era conocido. No era posible que este señor conociese a mi abuelo, ya que llevaba en el puesto hace tan sólo siete años y mi abuelo se jubiló hace algunos más, pero al explicarle que mi abuelo Paco prestaba sus servicios como corrector de textos, el compañero que me atendía centró mi atención sobre la antigua mesa de madera. Aquella mesa de madera tallada era sobre la que habían descansado horas y horas las estilizadas manos de mi abuelo, sus dedos alargados, donde mi abuelo había descrito su hermosa caligrafía en multitud de ocasiones.
Por supuesto, mis ojos ya no pudieron dejar de mirar la mesa, tan sólo me limité a aceptar el presupuesto y a levantarme presto, porque me invadió una sensación que nunca había experimentado. No me sentía mareado, ni tenía nauseas, pero si que es cierto que no me encontraba del mismo estado anímico que había entrado en aquella estancia. A (inicial del Jefe de taller), me invitó a seguirle para presentarme al compañero más antiguo de los que trabajan actualmente en la Imprenta Escuela de la Guardia Civil.
Entonces si, atravesamos en diagonal la nave, yo miraba despacio a derechas e izquierdas, viendo aquellas máquinas, las planchas que recordaba haber observado de pequeño, y al atravesar un corto umbral, iluminado de la misma forma en que lo recordaba, persiste aquel mínimo espacio, el "despacho" de mi abuelo, el escenario en el que tantos achuchones me dio, donde me subió en sus piernas, donde colgaba su bata azul al finalizar su jornada, donde permanecía siempre encendido aquel viejo flexo, en ese momento, me crea quien me crea, sentí un aliento. Juro que nunca me había pasado, de repente, tanto me impactó que no pude evitar las lágrimas. A me intentó calmar justo en el momento en el que llegó P (el compañero más antiguo), con un cigarro ducados en su mano derecha. Encima de todos los recuerdos que me apedreaban en ese instante sentí el aroma del tabaco que fumaba mi abuelo, todo era tan real...
P me preguntó quién era mi abuelo, al responder no dudó en afirmar mi parecido físico con mi padre y con mi abuelo. Me contó un par de anécdotas y repasó los diferentes puestos por los que pasó aquel hombre responsable, buen compañero y noble. Eso sí, su semblante cambió radicalmente cuando conoció de mi boca el fallecimiento de mi abuelo.
En definitiva, sentí esta mañana a mi abuelo, creo en el más allá, creo en que las personas como él no pueden desaparecer de este mundo terrenal para siempre. No dudo en la afirmación de que nos acompaña y sin duda, hoy, pasados unos años ya de su marcha definitiva, he vuelto a sentirle, he cargado las pilas para mucho tiempo, se ha recargado mi luz.
Deseo que nadie me tome por loco, simplemente es la libertad de tomar una u otra senda, creencia o esceptiscismo, para gustos los colores.
Gracias Jose por ponerme fotos, que bonitos recuerdos tengo de allí,¿ tienes mas fotos? si las tienes mandamelas por correo electronico, como te digo muchas gracias, un beso
ResponderEliminarHola Jose...no hay palabras para poder decir que esas cosas que tu has sentido al estar en el lugar de trabajo de el abuelo no son extrañas... son muy normales aunque mucha gente esto no lo entienda, ni lo comparta sino que por el contrario se dedique a criticarlo, pero que no te importe, tan solo tienes que pensar que aqui estamos de paso, que el cuerpo tan solo es prestado y cuando aqui se termina nuestra mision o puede que nuestra leccion la hemos aprendido, el cuerpo se marcha, pero el alma se queda... Divaga y nos acomnpaña a mucha gente en este sendero que tenemos que recorrer.
ResponderEliminarA nuestra gente, que aunque no esta aqui para poder vivir con ellos, les damos las gracias por guiarnos, enseñarnos, amarnos y sobre todo por ayudarnos a levantar cuando caemos..... El que se rie de esto es tan solo un ignorante, que nunca, por desgracia, lo ha sentido.
Tu abuelo, donde esté, está orgulloso de tí, no fuiste por casualidad a la imprenta... alguien queria que lo sintieras. Cada vez que te pase sonrie. un abrazo L&L (espaldas anchas y ojos verdes).-