Con la excusa de que se acercan las Navidades y de que tenía que desalojar un poco el congelador, hoy preparó mi madre la comida en su casa, así también la hacíamos compañía ya que mi padre tenía comida en el trabajo.
Después de comer, decidí bajar a una cafetería que siempre ha existido en mi barrio y donde me gusta acudir a menudo, entre otras cosas por el excelente café que sirven. Me tomé mi café cortado y al girar la mirada a la izquierda observé el periódico El Mundo en la esquina de la barra, con lo que decidí echarle una ojeada.
Cuando apenas iba por la quinta o sexta página (leyendo un interesante artículo sobre los accidentes mortales de circulación en las vías secundarias de Galicia), el camarero, conocido y amigo, me puso enfrente un gin tónic muy colorido; parecía más una ensalada mixta, pero la verdad es que tenía un trago muy apetecible. Tres rodajas de pomelo y dos de kiwi adornaban la elegante copa y una pajita negra me servía para dar diminutos tragos mientras pasaba una y otra hoja del diario.
Al llegar a la última página volví a cerrar el periódico y lo repuse a su sitio, me giré y aprovechando las grandes vidrieras del local repasé palmo a palmo los muros de aquella calle, de mi barrio, del lugar que me vio crecer.
A la derecha un más que considerable local, con las paredes pintadas de color verde, se trata de un taller que hace varios años cerró sus puertas y a día de hoy sigue esperando inquilino a pesar de tener colocado el cartel de Se Alquila. Justo enfrente del taller, un locutorio que en mis años de niñez era una tienda de comestibles donde se vendían las barras de pan más largas que yo he visto nunca. Permanece la bodega de Moisés, taberna mítica, donde siempre se han vendido los cigarrillos sueltos, las bombonas de butano y donde casi a todas horas del día, podía verse una nube de humo salir por la puerta entreabierta hacia la calle, se trataba de humo de farias que colgaban de la boca de algún hombre con barba de tres o cuatro días y mono de trabajo que hablaba a voces de fútbol o de toros.
Del mismo modo, permanece el pequeño almacén de materiales de construcción, el parque, la farmacia, la tienda de chucherías pegada a mi portal, la cual, hoy regentan ciudadanos orientales. Recuerdo la casa de una sola planta que existía donde hoy hay un bloque de pisos y una sucursal de Caja Madrid. Siempre que pasaba por la alambrada de aquella casa, un caniche blanco se hartaba de ladrarme.
La pequeña parada de autobús ubicada frente a mi balcón, hoy es un intercambiador de tres calles, por el que pasan todos los autobuses con dirección a la capital. Una gran nave, con dos puertas de varios metros, donde no paraban de entrar y salir los autocares de la empresa Montes, hoy tiene las puertas cerradas a cal y canto, como si se tratase de una prisión o algo similar. Anexo a la mencionada nave, un pequeño almacén de fontanería que regentaba una mujer morena, con gafas; también permanece cerrado, pero en este caso desde hace décadas, no años y en su interior puede verse un desorden inmenso.
El parque donde tanto he jugado, donde me rompieron la punta del paleto izquierdo de mi dentadura de manera accidental jugando al bate, fue totalmente levantado para construir un gran parking subterráneo, por lo que modificó sustancialmente su imagen primitiva. Quizás queden en algún lugar los restos de la bellota que un día sembré con mi padre en un jardinillo con la ilusión de comerme algún día el bocadillo de la merienda a la sombra de mi inmensa encina...
En definitiva, el gin tónic me duró mucho tiempo, demasiado, tanto que sólo pude pensar con nostalgia en lo mucho que ha cambiado mi barrio, mi hábitat primitivo; no pude evitarlo, también observé mucho el paso de cebra por el que tantas y tantas veces vi pasar a mis abuelos Paco y Alejandrina, él cargando con las bolsas de la compra y ella charlando con todo el que se cruzaba en su camino...
Os invito a hacer vosotros ese mismo ejercicio mañana, acordaos de mi, de este post, cerrar los ojos por un momento, recordar vuestra imagen con 6 u 8 años saliendo de vuestro portal, viendo vuestro barrio; abrir los ojos y comparad, ya me contareis. Estaremos de acuerdo en que volveríais para atrás ¿o no?.
Acabo de estar un cuarto de hora escribiendo un post y al validarlo, el hijo de la gran puta me lo ha borrado. Estoy que echo las muelas.
ResponderEliminarNo me da la gana volver a escribirlo ahora. Cuando se me pase el cabreo lo intentare...... Su puta madre......... Me voy a seguir con el "cuadri"
perdon por los tacos en tu blog pero es que......uffffff
ResponderEliminarPues mira Jose, yo de ese barrio que mencionas, recuerdo a mi buen amigo Jose, cargado con su mochila, que nos bajábamos de ese autobús que venía e Fuencarral, subiendo las escaleras de ese portal hasta el segundo, que tu madre dejaba la puerta abierta y nos esperaba a los dos en la cocina o en el recibidor, Manolillo, que era un enano jugando con sabe Dios que cacharros!! yo pensaba que iba a ser inventor !!
ResponderEliminarY ahora? cada vez que veo la Menina me acuerdo del mismo camino, pasando por el paso de peatones, por el concesionario, subiendo la cuesta.... jajajaja es que te podría decir hasta las copas que nos hemos tomado en tu barrio..... jajajajaja
Qué recuerdos!! y ya sabes que podriamos estar días contándonos historias....
Un beso muy fuerte Jose, esto es para toda la vida !!
Sabes quien soy??
macho, me dejas alucinado, recuerdo tu barrio casi casi como lo cuentas, claro que yo lo conoci en profundidad mas tarde, un abrazo tio, soy Luis M.
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