Querida Laia:
Igual que tú lo eres ahora, todos los adultos en algún momento hemos pasado por lo que estás atravesando ahora, los dientecitos, las otitis, los vómitos constantes provocados por los mocos e incluso los porrazos contra el parquet al intentar dar nuestros primeros pasos.
Pero no pasarán muchos años más y apuesto todo mi crédito a que llegarán nuestros primeros enfrentamientos "serios"; esos en los que mamá y yo tendremos que decidir si sacar la mano a que se choque con tu pañal un par de veces, o por el contrario mandarte a tu cuarto verde pistacho castigada, bueno siempre y cuando tu madre decida algún dia que debes de empezar a dormir allí, porque de momento tengo "órdenes" de no trasladar tu cuna hasta que no sepas hablar y al menos rezar el cuatro esquinitas tiene mi cama...
En definitiva, seguirán pasando los días, los meses, los años, e irás planteando problemáticas mayores que si que aportan como única solución el castigo de "¡a tu cuarto!". Cuando ya cuentes con diez añitos, o quizás antes, vivirás aquellas llantinas en las que de pura rabia con tus padres te acostarás en la cama, abrazarás fuerte la almohada y llorarás con tanta rabia que se te mezclarán los mocos con los pelos, se te pondrá un dolor de cabeza de muerte, pero por puro orgullo, seguirás llorando para que mamá o yo nos sintamos culpables al ver que la cabecera está totalmente empapada de lágrimas.
Pero querida Laia, después llega irremediablemente la edad adulta y llegan esos problemas de verdad, esos que te gustaría que se solucionasen con el mero hecho de pasar una noche sin cenar o una pataleta y desgraciadamente son algo más complicados; aunque no creas, es sabido que todo tiene arreglo y es por ello, que hasta el día que desaparezca de este mundo, me acordaré de aquel párroco que nos dio a mamá y a mi los cursos prematrimoniales en la iglesia de la localidad de El Pardo.
Yo veo genial lo de las clases prematrimoniales (si es que son enfocadas de manera similar a las que hicimos mamá y yo). Igual que para otras gestiones creo que hay que dar demasiadas vueltas innecesarias, ese trámite de conocer experiencias de varias parejas lo considero de mucha utilidad.
Pero querida Laia, no me refiero sólo a los problemas matrimoniales, me refiero a los estados bajos de ánimo, a las discusiones con compañeros, a las disputas con vecinos o a los altercados tontos con tus mejores amigos. Lo que si que es verdad pequeña, es que la solución no es la de la fotografía del post de hoy, la solución es la que me repito millones de ocasiones en mi cabeza, la solución no es otra que la que aquel sacerdote simpático y seguidor de la Guardia Civil declarado nos ofertaba a cada instante, "hablar, coversad, haced uso de otra de las cosas que Dios nos aportó: el lenguaje, la comunicación...".
Laia, ¿por qué motivo voy a alargar un malentendido con alguien hasta mañana?, ¿por qué razón voy a meterme en la cama para dar la espalda a mamá y soltar un "buenas noches" refunfuñando? ¿por qué no hablarlo todo antes de que se ponga el sol y no alargar más situaciones incómodas y dañinas para el corazón?.
Hazme caso pequeña, y haz caso de las palabras que pronunciaba el del alza cuellos, "no esperes a que llegue la noche, soluciona los problemas con los demás antes, veras que bien descansas esa noche, verás que sonrisa te aparece en el espejo al día siguiente".
Así voy a levantarme yo mañana cariño, con una mochila imaginaria llena de piedras descolgada de mi espalda; nunca escondas la cabeza, mantenla siempre muy alta, pero eso si, con humildad y tranquilidad de conciencia.
Te quiero mucho cariño, que sueñes con los angelitos.
Hola José he visto tu enlace en facebook y me he pasado a este, creo, tu blog. Me he puesto a leer y me parece que es una especie de carta para tu hija ¿no? si me equivoco perdona mi ignorancia, ya que estoy un poco distanciado de la gente del colegio últimamente y especialmente del facebook. Un saludo muy fuerte, me pasaré más por aquí para compartir contigo nuestra vieja amistad y ponerla más a punto jeje.
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