Como adelantaba ayer, mi blog cumple hoy un año y es por ello que durante todo el día se ha ido fraguando en mi corazón más que en mi mente un post dedicado a la misma persona a la que justo hace un año le escribí, mi abuelo Pepe, ya desaparecido.
Para todo aquel o aquella que se haya incorporado más tarde a este humilde espacio o para quien lo desconozca, a mi abuelo le llamaba cariñosamente con el apelativo de "piernas" debido a que tenía dos piernas muy delgadas y blancas que me llamaban muchísimo la atención. Va por él.
Querido Piernas:
Hace una año te dedicaba unas palabras que comenzaban con aquella exclamación de: ¡todo es tan extraño!. En ese relato, tan sólo quería hacerte ver lo difícil que era afrontar tu pérdida e intentar remontar el vuelo.
Un año después, debo admitirte que las cosas han cambiado poco, sigo sin acostumbrarme a los cambios que obligaron tu partida para siempre y la división de nuestros caminos.
Yo estoy convencido de que nos acompañas a todos los sitios, de que observas a mi hija en cada momento, pero no me es suficiente. Necesitaría ver tu rostro cuando sintieses a la tercera generación en tus rodillas, me volvería loco ver tus manos castigadas por el campo, el frío y el calor junto a las de mi hija, comparar el tamaño de sus dedos con los tuyos. Me enloquecería ver como sentirías su pequeño corazón palpitar en la palma de tu mano al sujetarla para no caer, de la misma forma que te recuerdo poner la oreja en la incipiente barriga de Marta, cuando tan sólo estaba embarazada de unas pocas semanas.
No hace mucho, buscando un tornillo en el porche del tractor, donde guardabas en frascos de cristal toda tu "fortuna" a modo de clavos y tuercas, me fue irremediable reprimir un puñado de lágrimas al encontrar medio cigarro apagado. Era tabaco negro, de ese que fumabas a escondidas como un chaval de doce años, lo pisé con rabia en el corral y ya no de lamento por tu vicio con el dichoso tabaco, es que no me acostumbro a este camino sin marcha atrás Piernas.
Es que paso a tu habitación para coger los utensilios y limpiar los zapatos cuando me hacen falta y no puedo dejar de imaginarte tumbado en la cama de costado como siempre dormías, mirándome y llamándome "chalao" la última vez que pude darte un beso. Es que paso tocando con la banda en plena feria, por delante la puerta de casa, y tengo que mirar al frente. El corazón me obliga a mandar un brote de lágrimas hacia afuera y tengo que parar de tocar para tragar saliva en repetidas ocasiones. No puedo pasar por allí y no verte en la puerta con tu chaqueta de punto y tu garrota.
No me acostumbro ni lo haré nunca, a que pase un mes de marzo con la única llamada al pueblo para felicitar a la abuela por su cumpleaños ¿y el tuyo?. No puedo mirar por el retrovisor cuando vuelvo a Madrid y ver sólo una mano en alto despidiéndome cuando antes siempre, siempre, siempre, en mitad de la calle veía a mis dos abuelos alzando los brazos con energía esperando el día en que volviésemos a encontrarnos.
No me vale llevar a mi hija ante tu lápida, es más, lo detesto. Es que ya mismo va a empezar a andar solita y no voy a poder verla dar sus pasitos ligeros hacia tu sitio en el sofá Piernas. Se me rompe el alma al entrar a casa si llego tarde a comer porque me he liado en el campo y ver a la abuela comiendo cabizbaja ella solita, a penas unas judias verdes y cualquier otra cosa, porque ella si que te extraña... Moralmente no puedo ir al cementerio y no ofrecerle que venga conmigo, pero cuando pasa su mano veinte veces por encima de tu fotografía y recuerda en voz alta tu breve despedida no puedo hacer otra cosa que derrumbarme.
Cuando voy al campo, siempre se me va la vista a la noguera en la que te vi cogiendo nueces una semana antes de partir; ese árbol para mi nunca fue relevante, pero desde aquello, cada vez que paso a su lado tengo que pasar mi mano por el tronco, es como si te pudiese dar de cerca los buenos días o las buenas tardes.
No puedo contarte mucho más; que como sabrás la situación actual es bastante peor de como tu la viste comenzar, que mi hermano sigue con sus locuras y para poco por casa (le faltan esas regañinas que le echabas cada dos por tres, eran necesarias), que el resto de tus nietos se hacen ya unos hombres y unas mujeres y que cada día voy inculcando a Laia un poco más esa afición a los toros que siempre hemos compartido tu y yo, de hecho si vieses mis avances con la fotografía taurina hasta me tacharías de incoherente.
En definitiva Piernas, que si todo va como tiene que ir, nos quedan muchos años para volver a vernos, aun nos separa un largo trecho, pero no puedes defraudarme y cuento con tu ayuda siempre. Cada rincón seguirá siendo un recuerdo tuyo para mi, cada vez que me vaya a dormir, daré el mejor de los besos sentidos a la abuela, porque inevitablemente, el segundero no se detiene y en su mirada noble y las arrugas de su cara se que se albergan muchos sentimientos que dejó sin compartir contigo debido a tu repentina partida.
Me quedé sin palabras Piernas, sólo me falta felicitarte en tu santo y rezar por ti, por tu descanso, por tu alma y por tu ayuda hacia nosotros, esa ayuda en la que confio cada mañana que despierto. Te echo mucho de menos, como te pedí en su día, cuida e ilumina siempre a tu bisnieta. Te quiero mucho.
¡Felicidades por tu primer aniversario!
ResponderEliminarEspero que nos sigas dando la paliza otros veinte años mas por lo menos.
hola Jose anoche no pude leer tus lineas, no tenia un buen dia y sabia que iba ha ser muy emotivo. Pero hoy en cuanto he podido lo he leido , muy bonito , por supuesto yo siento lo mismo que tu , dicen que el tiempo lo cura todo, pues yo estoy como el primer dia .Lo hecho mucho de menos. Felicidades y un beso.
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