Ya es el tercer día que se trata el mismo tema no sólo en el monotemático programa de Jorge Javier Vázquez, también en prensa, radio, etc.
Está claro que el que se dedica a fastidiar al prójimo, a blasfemar, a insultar e intentar por todos los medios mantenerse en el candelero, no puede ser catalogado como una buena persona, pero para ese tipo de gente está el refranero español: A todo cerdo le llega su San Martín.
Dudo mucho que haya alguien a día de hoy que ignore la noticia, pero por si acaso, me refiero a un hecho insólito, un experto informático aprovechó una discusión telemática con el periodista Pipi Estrada para introducirse en su teléfono móvil y colgar su numerosa lista de contactos en una red social. Por supuesto el polifacético Pipi no tenía en su agenda mi teléfono, ni el de ninguno de mis amigos; la lista estaba compuesta por teléfonos de toreros, futbolistas, modelos, periodistas y un largo etc.
Claro, cuando todos esos faranduleros que a diario se divierten poniendo a parir al más pintado, encienden su teléfono por la mañana y descubren que tienen 3000 llamadas perdidas, 4500 watshap y 400 mensajes, la sonrisa se torna llanto, con el rabo entre las piernas y los huevecetes del tamaño de una uva pasa lo único que se les ocurre es ir a la comisaría más cercana para lloriquear al policía que le quedan meses o semanas para jubilarse.
Era de esperar que ese listado corriese como la pólvora, de hecho, no pude reprimir las carcajadas cuando pude leer un watshap en el que un conocido me mandaba el teléfono de Marujita Diaz por si quería quedar con ella e invitarla a cenar... ¡digo yo que en la lista habría algún contacto más suculento!.
Cuando yo cursaba EGB, había un simpaticote de la otra clase que le gustaba mofarse de mi sobrepeso, además siempre lanzaba el chiste cuando más gente había delante. Uno de esos días soltó un chiste en la puerta del colegio, dado que nunca me ha gustado discutir hice caso omiso como siempre, pero cuando el simpático se giró le seguí con la mirada y mi sorpresa fue mayúscula al ver que su madre, la que le dio un beso en la mejilla tenia un culo del tamaño de una mesa de billar.
No podía ser de otra manera, al día siguiente tenía la escopeta cargada, y nada más torcer la esquina, antes de llegar al grupo y en voz alta, mi "amiguito" me lanzó su peculiar saludo: "hola gordito", pero la verdad es que pareció enfadarse bastante cuando yo le contesté con una pregunta bastante peculiar: "¿dónde compra tu madre la verdura para mantener tan fino el tipo?". Hizo dos pucheros, se puso el primero en la cola y entró al colegio como una bala. Nunca más volvió a tocarme las narices. Si bien es cierto que su madre no tenía la culpa de que su hijo fuese así de gallito, tuve que agarrarme a un clavo ardiendo para cortar de una vez esa sorna que a su vez, de haber continuado podría haber traído problemas quizás más serios.
Es así de crudo, cuando la gracia, la sorna, el cachondeo y la intromisión es hacía otros todo va genial y los chistes salen con facilidad, pero cuando se vuelve la tortilla, escuece como el alcohol en las heridas. No me alegro de esa difusión ilegal de datos, pero a algun@ le viene bien probar su propia medicina. ¿Estais de acuerdo conmigo?.