Desde que me adentré en profundidad en el mundo del toro y del toreo, han sido muchísimas manos las que he estrechado, muchas veces las que he repetido esa frase prediseñada de "mucho gusto", muchas sonrisas postizas a las que he tenido que responder de manera similar, pero esta misma tarde, no he tenido más remedio que apretar con fuerza y sin dudas la mano de un verdadero caballero y agradecer con todo mi corazón su hospitalidad.
Un cartel blanco, oxidado y medio torcido indicaba que la finca El Palomar se encontraba cerca, me acompañaba Felipe Herrero, empresario taurino y propietario de la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes. Tan sólo a unos cincuenta metros de la carretera, ya adentrados en el camino de la finca, podían verse a derechas e izquierdas, tras las perfectas paredes de piedra, los primeros toros de Don Victoriano del Río.
Quien conoce la que yo creo que es la correcta filosofía de la cría del toro bravo en el campo sabe que detesto las fundas en los pitones, pero lo cierto es que cuando veo un toro con cuajo, con seriedad, con hondura y con trapío, desplazo tan lentamente mis ojos por cada palmo del animal que tardo bastante en llegar a la punta de los pitones. De verdad, me ha dado absolutamente lo mismo que esos toros llevasen los pitones cubiertos de escayola, gran camada la que pasta en la dehesa de Guadalix de la Sierra, dicho sea de paso, no creo que les falte hierba...
Conocí a Don Victoriano del Río la pasada feria de San Sebastián de los Reyes, aquella tarde de agosto Morante, El Juli y Miguel Ángel Perera lidiaban seis toros suyos y yo tenía encomendada la galería fotográfica del festejo por Burladero.com, era comprensible que con los nervios previos el ganadero me diese la mano de correprisa sin apenas dedicarme ni un minuto de conversación.
Hoy la cosa fue distinta. Cuando Felipe Herrero me presentó nuevamente, pude admirar (si admirar), a un Señor (con mayúsculas) de setenta y dos años de edad, con pantalón de pinzas gris, chaqueta de punto azul marina, camisa de rayas rojas y blancas y corbata amarilla con motivos taurinos, pero sin duda lo que más me llamó la atención, fue su gorra tan ganadera, tan torera, de cuadros, beige, perfectamente colocada sobre su canosa cabellera. Hoy si me estrechó la mano de verdad, bajó de su todoterreno y me invitó a subir en el asiento del copiloto para hacer todas las fotos que quisiera.
Por supuesto que acepté, "monte la cámara" me dijo, a mi lo del tratamiento de Usted ya me sobrecogió y le pedí inmediatamente que por favor, me tutease. La tarde fue larga, pero me engatusaba escucharle hablar, departimos de la situación del país, de sus toros, de los toreros, de Lola Flores, de mi trabajo, me contó anécdotas de sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, que ya eran ganaderos de reses bravas. En fin, las manillas del reloj andaban tan lentamente que no era lógico que lo estuviese disfrutando tanto y que el tiempo casi no pasase.
Acompañamos al mayoral y a los vaqueros en el traslado de dos puntas de vacas a los cercados más próximos a la plaza de tientas para el saneamiento de mañana, Dios quiso que viésemos en directo el parto de una vaca que alumbró el precioso becerro que aparece en la fotografía de hoy, no dudó en adentrarse en los cercados donde se encuentran los toros que se lidiaran este año en Madrid, Sevilla o Valencia, entre otras plazas, en fin, no puede pedirse más.
Al llegar el medio dia, dejé caer la intención de marcharme a casa, expresando que tenía fotos suficientes, a lo que me contestó que el día de hoy era su invitado y como tal tenía que acompañarle a comer, para posteriormente hacer las fotos de los toros de esas primeras plazas que anteriormente nombré. No se, hacía tiempo que un caballero no me hacía despertar tal admiración y por si fuese poco, en unos días me llamará para asistir a un tentadero de machos con El Juli y Talavante...
El dinero es verdad, no hace la felicidad, pero aunque uno sea no pobre, sino modesto, cuando conoce a ricos con clase, de los que se visten por los pies (que escasean y están en peligro de extinción) algo hace crecerte, alegrarte, respetar a esa clase alta que da gusto escuchar. Señor Victoriano, de corazón, un verdadero placer, e inmensamente agradecido, pondré fotos de sus toros en cuanto me sea posible, suerte para esta temporada.
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