Lo primero de todo, antes de que se me olvide, es advertir de mi ausencia en el blog hasta el lunes de la semana próxima. Supongo que todos sabréis de mi afición a la música, pues bien, este fin de semana se celebra en Marina Dor (Oropesa del Mar, Castellón) la fiesta de Moros y Cristianos y al igual que el año pasado, la dueña del complejo ha tenido a bien invitar a la Banda de Música de Munera para amenizar el desfile. Ese es el motivo por el que desde mañana a medio día viajo para Albacete y permaneceré todo el fin de semana con el trombón en la boca por tierras levantinas.
Me adentro en el tema de hoy: como habréis podido ver en las fotografías que he colgado en otro post durante la tarde de hoy, esta mañana la dediqué a hacer instantáneas en la ganadería de El Retamar, propiedad de Don Manuel Hurtado.
El mayoral, Paco, es a su vez picador de la cuadrilla de Fernando Robleño. Aunque ya nos habían presentado hacía más de un año, casi no nos acordábamos de nuestras caras; nos recibió en la finca a primera hora de la mañana con la mayor hospitalidad y educación. Tras realizar junto al veterinario la vacunación y extracción de muestras de sangre a los erales (novillos de dos años), Paco se ofreció para darme una vuelta entre los toros y las vacas para hacer buenas fotos.
La verdad es que he disfrutado como un auténtico enano, no es que haya visto una gran cantidad de toros adultos, pero la mañana de sol, la dehesa cubierta de rocío, escuchando mugidos por todos lados y encima nos han invitado a almorzar unas chuletas en pleno campo... ¿qué más se puede pedir?.
Pero nos ha ocurrido una cosa, que me ha dejado impactado. Al acabar de echar de comer a los toros y novillos, hemos ido con el coche a otro cercado inmenso donde pastaban las vacas. Todas están preñadas, de hecho están a punto de parir, incluso alguna ya lo ha hecho. Pues bien, nada mas acceder al cercado,a lo lejos había una vaca colorada, como inquieta, muy vivaz. Paco tardó un segundo en decirme que era la número 481 y que había parido la noche anterior una becerra. Paco andaba mosqueado porque hacía unos instantes una bandada grande de buitres había sobre volado muy bajito el cercado y temía que se hubiese muerto alguna vaca pariendo, cosa que afortunadamente no había pasado.
Al acercarnos a la vaca no se divisaba la becerra por ningún sitio, yo estaba nervioso perdido porque pensaba que se había muerto o se había despistado de su madre, pero ya Paco me explicó lo que pasaba. Al haber pasado tanto frío por la noche, los becerros se tumban al sol para acumular todo el calor posible, y la vaca con su situación inquieta lo que intentaba por todos los medios era distraer nuestra atención, intentar que nos centrásemos en ella y no buscásemos la becerra. Tanto fue así, que pasados 15 minutos desde que empezamos a intentar localizar a la cria, Paco la divisó a más de 200 metros de su madre entre dos piedras tumbada, y al dirigir la marcha del coche hacia la joven, la vaca se interpuso en la marcha del coche y comenzó a lanzar bramidos para darnos el ultimatum. Aun así, pude robarle una foto y observarle como dormía plácidamente confiado en la tranquilidad de la dehesa.
Al fin y al cabo, al igual que esa vaca, los humanos no dejamos de ser animales igualmente, y es que madre no hay más que una...
Jose que bonito lo que cuentas, la verdad es que una madre es una madre........, las fotos de ayer son preciosas. Un beso. TU TATA
ResponderEliminar