martes, 29 de mayo de 2012

Duro trámite, pero acertado.



   Como ya traté largo y tendido en otro de mis post, mi corazón es madridista ciento por ciento en lo que a fútbol se refiere, pero lo cortés nunca quita lo valiente y he de admitir que Guardiola, además de ser un fantástico futbolista, ha demostrado que como entrenador tiene mucho que enseñar a más de uno y a más de dos. Considero que ha estado acertadísimo en su decisión de abandonar el Barcelona en ese momento en que, por los motivos que sea, la ilusión decide hacer un paréntesis y esfumarse. Esas causas pueden ser de diferente índole y quizás lo que para el aficionado (inflado de títulos) no es motivo de terminar ese ciclo, para el afectado está mucho más que justificado y decide marcharse en el mejor de los momentos, con la Copa de Su Majestad el Rey bajo el brazo y con el pecho hinchado en grado sumo, con la satisfacción de haber realizado su trabajo de una manera impecable.

   Pues bien, llega la segunda parte.

   Es típica la expresión de "me corto la coleta", cuando se quiere significar que nunca jamás se volverá a hacer algo, y por lo general ese algo no es precisamente bueno. El matador de toros tan serio, que ocupa la parte central de la fotografía del post de hoy es Julio Aparicio. Hijo de matador de toros, no es que su trayectoria haya sido muy brillante, la verdad, pero bueno, amparado por la sombra de papá y caracterizado con una pizca de pellizco y elegancia personal en su toreo ha ido sumando años y temporadas a su carrera, hasta hoy que ha decidido voluntariamente dejar los ruedos.

   El 22 de mayo de 2010, en la misma plaza en la que hoy a "toreado",  Julio Aparicio sufrió una cornada en el cuello de 25 cm que casi le cuesta la vida.




   La imágen dió la vuelta al mundo, él pitón del animal de 563 kilos de peso le atravesó el cuello, llegó hasta el paladar, le arrancó varias piezas dentales y finalmente salió por la boca. En principio, para los que aquella tarde ocupábamos una localidad en la primera plaza del mundo, parecía que la buena, mala o regular trayectoria de Julio Aparicio había finalizado. De vital importancia fué la primera intervención del Cirujano Jefe de Las Ventas, D. Máximo García Padrós, el cual yo personalmente considero que aporta al mundo terrenal más vidas que un ginecólogo.

   Sin duda, después de la maravillosa intervención y de las posteriores que le fueron realizadas en el hospital 12 de Octubre, fué igualmente primordial la fuerza física, moral y anímica de Julio Aparicio, el cual, una vez que recuperó la consciencia y viendo que el todopoderoso le había otorgado otra oportunidad de vivir, le echó un par de bemoles al asunto y salió para adelante. No sólo tuvo que volver a aprender a hablar por los daños ocasionados en la lengua, sino que tuvo que superarse así mismo y volver a entrenar para coger la forma física que en todo ese tiempo perdió.

   Sólo por ese valor esta tarde se merecía un respeto, pero la verdad es que no se puede estar peor y los aficionados también se merecen respeto... tras matar a su primer toro de una estocada en el pescuezo, ha brindado la muerte del segundo a la Infanta Elena, que esta tarde había asistido a la plaza. Tras brindar el toro, visiblemente afixiado, sin forma física alguna le pegó un par de mantazos al animal y se fué a por la espada para quitarlo pronto de enmedio. Una, dos, tres, diez, once, yo no se las veces que ha podido pinchar al animal, el caso, es que una vez muerto éste y sin tener para nada la cara colorada, se ha dirigido a que la Infanta le devolviese la montera, que no está la cosa para perder...

   Como decía anteriormente en relación a  Guardiola, creo que no hay que esperar a estas situaciones para decir adios, hay que ser elegante, si se puede, pasar desapercibido, no ser ni de los de más arriba ni tampoco de los últimos, pero hay que saber cuando hay que cortarse la coleta.

   A Julio Aparicio le ha parecido que era hoy el momento (igual que al resto de los 23.800 espectadores de la plaza creo) y le ha pedido a los compañeros de cartel que recrearan públicamente el momento. Lejos de encontrar solidaridad o lástima, lo que ha encontrado Aparicio es una lluvia de almohadillas que le podía haber costado un dolor de cabeza a más de un subalterno, porque ojo con qué guasa las tiraba la gente... En fin "maestro", suerte en su nueva etapa y modestamente permítame decirle que ha acertado de pleno.

   Antes de finalizar hoy, vaya desde aquí mi plegaria, mi petición a Dios para que bendiga y ayude a esos padres que han perdido a sus pequeños en el incendio de Doha (Catar). Pensé escribir hoy a cerca de este tema, pero se me hacía muy cuesta arriba. Descansen en paz esas criaturitas y todos los fallecidos en tan horrible suceso.

  Buenas noches a tod@s.

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