Bienvenida a casa mi vida

   Querida Laia:

   No sabes lo deseado que era por tus papás que llegara el dia de tu aparición en nuestras vidas. Si bien es cierto que te hiciste mucho de rogar, el verte encima del pecho de mamá en el mismo paritorio o el tenerte por primera vez en mis brazos vestido con bata verde y ridículo gorro verde, nos hizo olvidar toda la espera y el sufrimiento.

   Hablando de sufrimiento, no quiero seguir escribiendo ni una sóla letra más sin dedicarle unas palabras a tu mamá, a mi esposa, a Marta. Soy de la opinión de que cuando se le dá un giro de 180º a tu vida Laia y decides comenzar una nueva vida junto a una persona, tiene que ser con alguien que te llene por completo. No vale el cariño a medias tintas, ni el sentimiento de amor sin llevar aparejados los contras, las diferencias, las dicusiones más o menos tontas. Siempre, por supuesto, habrá algo que te haga menos gracia de tu pareja, pero para eso está el corazón y el sentimiento con manos de alfarero, hay que comenzar el camino juntos, se tiene que aprender al unísono a moldear ese jarrón de la vida cotidiana que a veces, cuando ya tienes el asa a punto de pegársela, se desmorona y tienes que comenzar otra vez.

   Tu mamá y yo comenzamos a moldear nuestro jarrón hace casi cuatro años. Encontré el apoyo y la comprensión que hacía muchísmos años buscaba. Mujer sencilla, noble, trabajadora, discreta, emprendedora, educada... podría seguir poniendo adjetivos y todos serían buenos. ¿Quién dijo que los gallegos son raros o desagradables?, ya lo debatí en otro post de mi blog. Quien conoce bien a Marta sabe que todos los adjetivos enumerados anteriormente describen a una mujer rubia, con ojos de nobleza, con manos ásperas de ayudar a sus padres a trabajar en todo lo que hubo que hacer hasta su traslado a Madrid y con un corazón que no cabría en el mismísimo Museo del Prado madrileño. Una mujer que todo lo que pueda ofrecer le parece poco y que cuando ve algo en un escaparete que le gusta (raro que ella admita ésto), sólo sonríe, prefiere comprar lo que me gusta a mi y limitarse a lamentar con posterioridad que podría haber mirado el precio de aquello que le había llamado la atención en aquel escaparate; en definitiva, prevalece en su sentir el hacer feliz a los suyos al bienestar propio.

   Con esa breve introducción de mamá, lo único que quiero hacer público Laia es mi admiración por ella por su comportamiento hasta que naciste. Es cierto que para mí tu madre era especial hasta el pasado sábado por la mañana, pero hoy lo es mucho más. La pobre se limitó a llamarme con vergüenza cuando rompió aguas a las 6 de la mañana del pasado sábado para ver si estaba yo despierto o no. Cuando me levanté y la ví temblar de nervios sólo pude calmarla acariciando su pelo y animarla a pegarse una ducha rápida para marchar al hospital. Mención a parte es su reacción en el hospital; ¡qué impotencia ver a tu esposa sufrir y no poder ayudarla!, tan sólo podía dejar que me estrujase los dedos para paliar en parte el dolor de las contracciones. Desde la hora del ingreso hasta el momento del alumbramiento pasaron 37 horas y 20 minutos, se dice pronto. En esas horas pude comprobar su madurez y su saber estar, su resistencia, la ví con las contracciones temblando de dolor, agarrada a la cama con una mano y a un abanico con la otra. Ni un chillido, ni un gemido, encima, cuando yo quería llamar a la matrona para solicitarle la epidural me pedía que no la molestase por si se encontraba realizando otros cometidos, que podía esperar un poco más.

   Sabía que mamá afrontaría tu llegada al mundo con valentía y no me defraudó. Con mucho más dolor del que yo me imaginaba hizo un gran trabajo para que en tan sólo siete minutos desde nuestra entrada al paritorio, estuvieses tumbada encima de su pecho sudoroso. Qué sensación veros a las dos con las caras pegadas, tus ojitos abiertos, mamá emocionada soltando lágrimas de pura felicidad. Como te decía anteriormente, se olvidó por completo el dolor, la espera, el sufrimiento, ya te teníamos con nosotros.

   Hoy mi niña, comenzamos una nueva etapa. Ya estas en casa, en nuestra casa, la que intentaremos llenar de momentos felices, de sonrisas y de cariño extremo. Lo vamos a conseguir, porque eres una niña preciosa que dispone de un padre totalmente comprometido con su función y para rematar el equipo, posees la mejor madre que pudo nunca asignarte Dios.

   Gracias a tod@s por el apoyo y las muestras de cariño recibidos.

   Buenas noches mis dos tesoros.