jueves, 19 de abril de 2012

Carretera y manta



  
    Por aquello de mi trabajo, y sobre todo en mi época en el servicio rural, tuve la oportunidad de conocer los dos extremos del inmigrante afincando en España.

    En mi primer destino en la Operación Verano de aquel 2001, en San Pedro del Pinatar (Murcia), prácticamente a diario teníamos los calabozos llenos. Sabíamos de antemano que tan sólo era trabajo burocrático que iba a quedarse en eso, en burocracia, ya que eran detenciones por hurto y uso de vehículo a motor, allanamiento de morada, posesión de cantidades no muy grandes de droga, piratería, etc. En fin, que no eran delitos de gran importancia como podrían ser parricidios u otros parecidos y sabíamos que al día siguiente los tendríamos que llevar al Juzgado y en menos de dos horas estarían de nuevo en libertad. Aunque ahora que recuerdo, la primera vez que coloqué mis relucientes grilletes fué a un marroquí llamado (no se me olvida ni se me olvidará nunca) Nouar El Afraik, de 23 años de edad, por apuñalar en el costado a su compañero de piso, aún corservo el recorte de prensa.

   El cuartel tenía tres calabozos y como he dicho antes, casi todos los dias teníamos colgado el cartel de "no hay disponibilidad de habitaciones para hoy". En el 90% de los casos, los detenidos eran marroquís y el 10% restante eran habitantes de una colonia de etnia gitana muy cercana a la casa cuartel.

   Ya una vez destinado en mi segundo puesto, Torrejón de Ardoz, cambiamos los detenidos marroquís por los procedentes de Rumanía, ya fueran gitanos o no. Todo lo que es el corredor del Henares (Alcalá de Henares, San Fernando de Henares, Coslada, Mejorada del Campo, etc) desde hace bastantes años atrás vienen siendo municipios en los que casi iguala la población censada española a la rumana.

   A lo que voy, por mi trabajo he conocido lo peor de casi todas las nacionalidades y el otro extremo, el que está clasificado en menos malo, bueno y excelente. Sin ir más lejos, un trabajador que acompaña a mis tíos desde hace varios años, polaco, currante como pocos españoles, responsable y noble; o un electricista que conocemos Marta y yo, Vasile, de Ucrania, desde que le llamas para cualquier necesidad no deja pasar ni 24 horas para darte una solución, o el conserje de nuestra urbanización, Fausto, ecuatoriano, jamás le he visto parado, siempre limpiando, barriendo, regando, y para que te acepte un café con leche tienes que rogárselo 30 veces. 

   Al ver gente de este tipo me da por pensar, lo grande que debe ser su necesidad para abandonar su país, sus costumbres, en muchos casos cambiar de idioma, sus familias. Qué cruda tienen que ser las fiestas navideñas a tantos kilómetros del país que les vió nacer, que doloroso tiene que ser felicitar las Pascuas por web cam a tus padres, a tus hermanos, a tus hijos (ahora puedo saber lo que sentiría lejos de mi Laia). Cuánto tiene que doler el corazón cuando tengas esos días de bajón, mires por la ventana llover y no tengas más consuelo que un compatriota conocido o una canción de añoranza sonando en un reproductor de música...

   La foto del post de hoy, el título, me hace recordar dos casos muy conocidos, el de mi abuelo Pepe (que en paz descanse) y el de mi suegro Rolando. Ambos tuvieron que emigrar allá por los años 60 y 70 a Suiza. Mi suegro al volver de allá, tras trabajar en lo que mejor sabe, las canteras de piedra, pudo casarse y formar su familia que hoy también es la mía. Mi abuelo, en cambio, dejó a mi abuela, mi madre y mis tios Pepe y Esperanza y marchó para trabajar como constructor. De esa manera, consiguió dinero para hacer la casa en la que siempre han vivido y dar una vida un poco mejor a su mujer y sus hijos, cuando en Albacete no había otra salida que la del campo, el duro trabajo en el campo, extremista de calor y frío. Hace dos semanas me enseñaba mi madre dos postales que le había enviado mi abuelo desde Suiza para felicitarle por su décimo y undécimo cumpleaños y al leerlas se me ponían los vellos de punta.

   En la actualidad, que la cosa no funciona mucho mejor, conocemos dos casos próximos de sendos vecinos que se disponen a emigrar fuera de España para encontrar la estabilidad económica y laboral que en la actualidad les es imposible encontrar. La primera, Sole, pretende viajar a Francia con unos familiares para intentar trabajar en cualquier cosa posible y el segundo Paco, se dispone a viajar a Estados Unidos a casa de su tío, para trabajar en un negocio familiar de mecánica del automóvil, de nada o casi nada le ha servido su Licenciatura como Ingeniero Informático.

   Me ratifico en mi idea, que afortunados somos algunos, podemos ver a nuestros hijos a diario, besar a nuestros padres si no a diario, pasados unos dias, podemos quedar con amigos para charlar o reir, nos es posible organizar una comida con familiares y mil cosas más.

   Mi amigo y compañero David, Torrecilla como le conocemos en el trabajo, me ha propuesto tratar este tema hoy en mi blog. Te lo dedico a ti por ello y te agradezco tu idea a la vez que te envio un beso para ti, Virgi y Pablo.

  
La patria, posiblemente, es como la familia, sólo sentimos su valor cuando la perdemos.
Gustave Flaubert (1821-1880) Escritor francés.
Buenas noches a tod@s.

1 comentario:

  1. Tienes otro caso cerca. El otro día no sé si te fijaste que se me saltaron las lágrimas cuando mi sobrina me dijo que me iba a dar un beso. Ella no se da cuenta, y no se da cuenta casi nadie, pero lo que para vosotros es normal, para mí es cosa de una vez al año. Normalmente, uno aprende a no pensarlo, pero hay veces en que no hay más remedio. Yo soy ucraniano, o rumano, o marroquí en Austria. También hablo raro :-)

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