viernes, 13 de abril de 2012

Vecinos, compañeros y amigos




   Siempre he tenido una frase muy presente en mi vocabulario: Donde menos te lo esperes salta la liebre. Además de por mi afición a la caza, este chascarrillo lo he usado en innumerables ocasiones por la veracidad de su trasfondo.

   El verano pasado, una tarde que me encontraba en la piscina de la comunidad charlando a la sombra (yo no soy de sol porque me pongo como un carabinero), inciamos una conversación varios vecinos, el socorrista, el conserje del edificio y yo. Es la típica conversación que surje entre personal civil cuando alguno sabe que tú trabajas de motorista de tráfico, que si a mi cuñado el otro día le denunciaron por hablar por el móvil, que si han puesto un radar nuevo en tal sitio, en fin, que el trabajo lo solemos llevar en la mochila hasta en la piscina, cosa que a mi no me disgusta. Cuando ya habíamos desarrollado un poco la conversación, tanto Fausto, el conserje, como Sergio, uno de los vecinos, me señalaron hacia una chica que estaba tumbada en una amaca al sol y se disponía a recoger sus enseres para marcharse. Cuando lo hizo, a modo de cuentacuentos y casi susurrando, Sergio me informó de que estaba casi convencido de que esa chica morena y su pareja eran policías y se habían trasladado a nuestra urbanización a vivir de alquiler.

   Ahí quedo la información, pero sin comprobar la veracidad de la novedad de mi fuente. El caso, es que durante los primeros meses del embarazo de mi mujer, tuvimos en nuestro piso dos cachorros de mastín, hasta que estuvieron vacunados, desparasitados y con su chip correspondiente, momento en el que ya los llevamos a una finca que tenemos en el pueblo de mi madre. Todas las mañanas antes de irme a trabajar, como a las 6 de la mañana, bajaba a los perros a la calle para que hicieran sus necesidades y así dejaran dormir a Marta hasta por lo menos las 9 o las 10.

   Una de las mañanas, me encontré a la misma chica morena de la piscina, con un peinado que no creo que era el que más le favorecía, una cara de sueño de infarto y su peculiar pijama. Estaba paseando a su perrita pastor alemán, Lana. Tras saludarnos y darnos los buenos dias mantuvimos una conversación de dos segundos, ya que noté que ella estaba tremendamente avergonzada por encontrarme allí, frente a ella, casi recien salida de la cama con unas zapatillas de estar por casa moradas. La conversación fué breve y sin contenido pero ese mismo medio dia, a la vuelta del trabajo le conté lo sucedido a Marta y le comenté la posibilidad de que esa chica fuera policía. Poco tarde en averiguarlo, al día siguiente volvimos a coincidir, y se ve que por si acaso estaba el cansino de los mastines por alli ese día si se había peinado y vestía calzado deportivo y chandal. No me plantee la posible respuesta y le pregunté directamente si era cierto que ella era policía, tras asentir con cara de sorpresa y despedirnos, ella enfiló el camino hacia su piso ubicado en el bajo y yo a coger el ascensor.

   Pues bien, pocos dias después, paseando de nuevo los cachorros volví a encontrarme con ella, esta vez acompañada de su novio. Ese día les desvelé que tanto mi mujer como yo éramos tambien Guardias Civiles y llevamos a cabo la presentación oficial que después se completaría al presentarles yo a Marta. Se trataba de Raquel y Óscar ambos policías.

   De aquel día a hoy nuestra amistad ha avanzado mucho. De momento comentar que Raquel es nacida en Alcobendas, pero aún hoy me rio mucho con sus palabras influenciadas por los orígenes castellano leoneses de sus padres: habla de perrines, pantaloncines o palabrinas como si todo el mundo se tuviese que adaptar a sus diminutivos cariñosos. Óscar nació más lejos, en Lérida, pero trabaja en Alcobendas en la actualidad.
   Ambos disfrutan con su trabajo, pero bien es cierto que Óscar hace que sus ojos brillen cuando relata su peculiar manera de hablar con los delincuentes, intentando comprender su situación mediante conversaciones que Raquel jura que no mantendría nunca, encima ella se mofa cariñosamente comparándo su manera de hablar con la de un cura. Recuerdo dos hechos que me hicieron recapacitar y darme cuenta de la calidad humana de este chico. Una tarde en casa nos contaba su pasado de niño, el cual llevó a cabo en un centro interno por no haber podido su madre hacerse cargo de él en aquellos años. Con serenidad, pero a la vez con una madurez extrema, entendía las explicaciones que su madre le dió el día que retomó el contacto con ella. Me sorprendió, aún hoy le miro a los ojos y veo la nobleza más absoluta que he reconocido nunca en una mirada. Nobleza y buen corazón que demostró en el segundo aspecto que me llamó la atención, las lágrimas que se le saltaron al ver el video de mi boda con Marta. Él se limitaba a explicar que todas esas cosas le hacían sentir bien y emocionarse.

   Si bien Raquel no llora no significa que la considere peor persona, siempre estamos de broma y de hecho, a petición suya, (porque casi me ha retado), es la dedicatoria a ellos del post de hoy. Nuestra amistad crece, visitaron a Laia en el hospital y hoy de nuevo han venido a darle la bienvenida a casa.

   Lo que decía al comienzo, no sabes ni intuyes que cuando conoces a alguien, además de profesión comparte ideales contigo, que puede llegar a ser gran amigo y encima, son mis conejillos de indias junto a mi esposa para degustar mis inventos gastronómicos y por ahora me los he ganado totalmente. Gracias por vuestras muestras de cariño y esperamos contar siempre con vuestra amistad. Ya sabeis, nunca se sabe dónde va a saltar la liebre...

   Pido disculpas por escribir tan tarde los post últimamente, pero el ayudar en lo que puedo con la llegada de Laia me quita bastante tiempo de la tarde, pero prometo intentar seguir escribiendo religiosamente de lunes a sábado; y por cierto, reitero que acepto que me propongaís temas de desarrollo, ¡a mi me encanta!.

   Buenas noches a tod@s.

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